Dicen que proyectan unas reformas en el aeropuerto de San Pablo que van a ser la pera limonera: 60 millones de euros en 5 años. Yo me traía al arquitecto don Rafael Moneo, que Dios guarde, para que viera el dineral que tenemos que gastarnos ahora para arreglar el desastre de aeropuerto que nos dejó "de cara a la Expo". No, de cara le echó al aeropuerto toda la del mundo. Sin un solo pasillo rodante. En una de las ciudades de España donde más luce el sol, tiene que estar encendida la luz eléctrica todo santo el día, de oscura que es esa especie de Mezquita de Aena que nos dejó. Lo que me extrañó siempre de San Pablo fueron tres cosas:-
1. Por qué no dejaron el antiguo, que funcionaba perfectamente, para vuelos "charter" o esos de bajo coste que te tienes que hartar de andar por la pista para llegar al avión, llueva a cántaros de Lebrija, haga frío o toda la calor del mundo. Sí, el simpático aeropuerto que funciono hasta que Moneo nos hizo la jangá. El que tenía aquel interesante mural cerámico taurino de Andrés Martínez de León, que sabe Dios dónde iría a parar o en qué chalé estará.
2. Por qué en el aeropuerto de Moneo las salidas son tan monumentales, ya digo, como una mezquita de Anea, por todo lo alto, y más ahora, que han hecho unas mejoras que a ese sabio de la arquitectura ni se le ocurrieron, mediante las cuales se agiliza y acelera el siempre fastidioso control de seguridad y equipajes de mano.
3. Por qué en cambio las llegadas son una puta mierda (con perdón), nada propias de un aeropuerto de la categoría del sevillano, sino como mangadas para el embarque del ganado, que te conducen a la planta baja por unas rampas espantosas así de estrechas, fastidiosas, por las que llegas luego a una sala de recogida de equipajes donde los que esperan a los pasajeros están fuera hacinados, apretujados, sin un asiento, como si por aquella única puerta lamentable de estrecha en vez del hijo que viene de hacer su Erasmus fuera a salir una cofradía...o una cruz de mayo.
Y me pregunté siempre: ¿por qué hizo Moneo ese piso de arriba de las salidas tan monumental, y más ahora, mejorado como está con una especie de galería comercial con tiendas bastante simpáticas y cafeterías para tomarte un tentempié sin sacarlo de una especie de máquina tragaperras con botellas de Aquarius, y en cambio el piso inferior de llegadas lo proyectó el arquitecto-estrella como una auténtica birria digna del premio a la llegada más cochambrosa de aeropuerto de ambos hemisferios? ¿Es que quería que la gente se fuera de Sevilla contenta, para compensarla del disgusto que se habían pegado al llegar, que creían que aterrizaban en Burkina Faso en lugar de Sevilla? -
Si el aeropuerto de Sevilla es el que más aumentó los vuelos en España, y si el turismo es nuestra primera industria (que no es tal industria, son servicios), lo menos que podíamos era haber exigido no ahora y reformando desastres a base de millones de euros, sino cuando se hizo para la Expo, un aeropuerto digno de Sevilla. Y de los aparcamientos, ni te hablo. Con luz, más luz, como Goethe, en vez de esa oscuridad de la luz eléctrica encendida todo el santo día. Yo le hacía pagar a Moneo la factura de luz del aeropuerto de un solo día, para que se enterase de lo que vale un peine de Endesa de este aeropuerto que nos dejó. A San Pablo llegó en enero el pasajero 3 millones, que no son cuatro turistas locos en un vuelo baratito de Ryanair. En el último mes de diciembre hubo 542.650 pasajeros que pasaron por este desastre. De ellos, muchísimos arribarían a esa mierda de instalaciones de llegadas. Pueden imaginarse la primera lamentable imagen que se llevaron de Sevilla. Por el buen nombre de Sevilla y por ese turismo que tiene tantos predicadores, apologistas y exégetas, hay que reformar las cochambrosas llegadas del aeropuerto de San Pablo y cuanto antes. Para que los pasajeros vean que han llegado a Sevilla, que no se han equivocado de vuelo y se han metido en un avión que ha aterrizado en África.
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