Hay en todas las casas una que llamaría "la hora del cartero"; como en todas las siestas una hora puñetera en que te llama la niña de una compañía de teléfonos preguntándote si eres el titular de la línea.
-- Sí, señorita: soy el títular de La Línea, de Algeciras, de San Roque y de toda esa parte del Campo de Gibraltar, ¿passsa algo?
Y antier, a la hora del cartero, en la que viene no sólo el titular del servicio de Correos, sino los que molestan en todos los pisos llamando al telefonillo y diciendo que son "correo comercial", me fijé que en cada uno de los portales del edificio donde vivo (y donde "tiene usted su casa", como se decía en las antiguas formulas de urbanidad), habían dejado una montaña, pero una verdadera montaña, de sobres de propaganda electoral de los partidos, para que el portero los repartiera por los pisos. ¿No quedamos en que, si se pedía, dejaban de enviarle a uno esta forma tan directa de tirar el dinero? Por lo visto, muy pocos lo hemos solicitado. Y, si lo han hecho, ningún partido les ha hecho caso. ¡Cuántos jornales perdidos, cuánto dinero gastado, cuanto papel inútilmente consumido en la propaganda postal de los partidos! Muchos de estos innumerables sobres van directamente a la papelera en cuantito quien lo recibe ve el logotipo del partido que los envía, no quieren ni verlo. E incluso si los manda un partido que les cae más o menos simpático, cercano y próximo, lo mismo. Se abre en todo caso el sobre, pero apenas se lee la carta del candidato que acompañarlo suele, que o bien te habla de tú sin conocerte de nada o te llama "compatriota", que eso ya nadie se lo dice a nadie.
La propaganda de los partidos llega en todos los casos con sus sobres del voto al Congreso y al Senado y con sus papeletas ya rellenas con las cruces correspondientes en este último caso. Pero casi nadie las toma y las guarda hasta el domingo para ir con ellas en el bolsillo al colegio electoral donde ha de votar. La gente desconfía de estas papeletas que mandan los partidos, porque siempre hay un enterado que dice que mucho cuidado, que viene equivocada la fecha de las elecciones, que están trucadas, o que traen tachaduras que hacen que las den por nulas en caso de que se echen en la urna electoral tal como las dejaron en el sobre del buzón de los portales. Buzones a reventar, de los que se hace una limpia buena en cuanto se abren esos sobres y va todo este papel inútil directamente donde dijimos: al cubo de la basura.
En las campañas electorales hay muchas formas de tirar el dinero que es de todos, empezando por esos anuncios oficiales y obligatorios en la radio y televisión públicas de unos pequeños o pintorescos partidos que no conoce nadie y mucha menos gente vota. Los que no llegan no digo ya al 3 por ciento de los votos, sino ni al nivel Cruzcampo Sin: 0,0 por ciento. Pero ninguna forma de despilfarro tan directa la publicidad postal electoral, con sus dichosos sobrecitos y listas incluidos. ¿No invitan las grandes empresas y los organismos de la Administración a ahorrar papel y a usar soportes electrónicos que no hayan de pasar por la impresora? ¿Por qué entonces mantenemos esta propaganda tan inútil como poco eficaz, que en cada campaña se gasta medio bosque de Suecia?
¿Cambia en algo la intención de voto esta propaganda electoral que atiborra los buzones en estos días, malgastando papel y dinero? Yo creo que no. No conozco a nadie que haya cambiado su voto tras abrir uno de los siete mil sobres electorales que le dejaron en el buzón. Si dicen que ni los debates televisivos apenas cambian el voto o mueven a los que estaban decididos a abstenerse, ¿cómo va a influir esta catarata de papel desperdiciado? Así que ¿saben lo que les digo? Que ya que estamos todos tan ecologistas, tomen las papeletas de voto que vienen en esos sobres y úsenlas para algo útil: para escribir en su reverso la lista de lo que tenemos que comprar en Mercadona.
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