ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de diciembre de 2019
                               
 

Puente de la Purísima

Quitando el cauce vivo del Guadalquivir, el que pasa a los pies de los naranjales de San Juan de Aznalfarache, del Polígono El Manchón y de Vega del Rey, en la dársena del "ay, río de Sevilla/qué bien pareces", el de las postales y las coplas, hay seis puentes. A saber: el viejo y centenario de Triana que salvó el ingeniero Manuel Ríos Pérez, el de San Telmo, el de Los Remedios, el de Las Delicias, el del Centenario...y el puente de la Purísima. Al Puente de la Purísima en otras partes de España llaman de la Constitución, por la fecha que hoy celebramos. Es casi milagroso que a pesar de la ola de Navidad adelantada sin Adviento y de americanadas que nos invade como un sunami, en Sevilla se mantenga viva la tradición de la Inmaculada: los seises, los tunos en la Plaza del Triunfo, la bandera blanquiceleste en la Giralda. Hasta en el nombre. En Sevilla, no es la Inmaculada, sino la Purísima. Y para muchos de nuestro barrio, la Pura y Limpia del Postigo.

La Constitución de 1978 (la que ahora se quieren cargar desde el sector más radical e irracional del PSOE y sus negociadores de ERC y separatistas conexos) donde de verdad ha tenido éxito de nominación en Sevilla ha sido en la rotulación de la Avenida. A la que durante muchos años fue "la Avenida" por antonomasia, ya nadie le dice así, Avenida a secas: se le añade "de la Constitución". Entre otras cosas, porque en Sevilla hay ya muchas más avenidas que La Avenida. En la hasta hace poco Avenida por antonomasia no cuajaron los nombres de las calles impuestos por el Régimen de Franco. En esto tan sevillano de querer quedar bien con todo el mundo (que a veces es la mejor forma de quedar mal con todos), a la Avenida la partieron en dos. La que había sido una única Avenida del Gran Capitán y, con la II República, Avenida de la Libertad, tras el Alzamiento de 1936 la dividieron en dos trozos. De la Punta del Diamante hacia la Plaza Nueva fue Avenida de José Antonio. Y de la Punta del Diamante hacia la Puerta Jerez, Avenida de Queipo de Llano. Se trataba así de contentar tanto a los falangistas, con José Antonio, y al virrey de Andalucía y a sus militares victoriosos, con lo de Queipo. Pero ni José Antonio, ni Queipo, ni leches: para los sevillanos, la Avenida siguió siendo la Avenida a secas.

Hasta que, con la democracia, el andalucista alcalde Uruñuela procedió al más racional cambio de nombres de las calles, lleno de sentido común, que se ha producido en Sevilla. Como a la Puerta Jerez nadie la llamaba Plaza de Calvo Sotelo, le puso de nombre Puerta Jerez. Como a La Alfalfa nadie le decía Plaza del General Mola, le puso de nombre Alfalfa. Como a La Magdalena nadie la llamaba Plaza del General Franco, le puso La Magdalena. Lógica pura. Sentido común. Y nadie protestó por aquellos cambios de nombres que no eran tales, porque el callejero franquista no caló en las formas populares de llamar a esas calles y plazas.

A la Avenida, Uruñuela le añadió "de la Constitución", que ha tenido un notabilísimo arraigo en la forma popular de llamarla. Se acabaron las dos mitades de Queipo y José Antonio, y toda ella fue dedicada a una Constitución que nos devolvió la concordia, la reconciliación, las libertades y la democracia a todos los españoles, aprobada en referéndum el día de San Nicolás y promulgada por el Rey Don Juan Carlos. Constitución que ahora se quieren cargar todos los podemitas neocomunistas, filoetarras y separartistas catalanes que se está camelando Sánchez para que le den su ansiada investidura presidencial. Ojalá se imponga el sentido común y ninguno de esos radicales que quieren, además, acabar con la Monarquía, se salga con la suya. Sería muy triste que la de hoy fuese una de las últimas Fiestas de la Constitución de 1978 que celebramos, porque se la carguen esa partida de indeseables enemigos de España y de su forma de Estado. Tendría guasa que de la bendita Constitución de 1978 no nos quedara más que el nombre de la Avenida. Y esto no sólo lo pensamos usted y yo, sino hasta el propio Alfonso Guerra, al que los radicales entreguistas del "PSOE renovado" de Sánchez han incorporado a nuestro apaleado Club de Fachas Constitucionales Defensores de la Libertad e Igualdad entre todos los españoles.

 

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