ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 17 de diciembre de 2019
                               
 

Salón del trono

Tras la bajada desde su camarín, tras la ceremonia secreta de vestirla con sus mejores galas, tras la vela de los hermanos que se quedan toda la noche con Ella hasta que abren las puertas de la basílica, escribía emocionado un sevillano la otra mañana: "La Esperanza Macarena ya pisa el suelo de su Sevilla". Empezaba el besamanos de la Virgen, en vísperas del día de su fiesta. Ya estaba formada la cola. La de la Esperanza es una hermandad con túnica de capa que no vean qué colas forma cuando baja a la Virgen para el besamanos de su día. Su día. Tiene el besamanos de la Esperanza algo de día del santo de una Divina Muchacha de San Gil, "gitana pura y bendita/ por tós los cuatro costados", a la que los vecinos y amigos acuden a felicitar para hacer verdad el verso de Caro Romero: "Bajó del Cielo a Sevilla/para hacerse Macarena". Todo te hace pensar allí que quizá no sea tan cierto eso otro que dicen, que la Esperanza es lo último que se pierde. La Esperanza es lo primero que se gana cuando se acerca este mágico 18 de Diciembre, el día de la Expectación de una Virgen que está esperando que nazca su Hijo no en el Portal de Belén, sino en el mismísimo Arco de la Macarena.

En esta portentosa ciudad de las tradiciones, los estrenos y las novelerías, donde todo siempre es igual porque cada año es distinto, el besamanos de la Esperanza cumple con todas las generales de esta ley no escrita de la sevillanía. Cada año es lo mismo, pero distinto. La priostía echa a volar la imaginación. ¿Echa a volar la imaginación del buen gusto, del sentido de la medida, de la elegancia, de la huella estética inconfundible que dejó el genio de Rodríguez Ojeda, o echa a volar el pájaro del Senatus de la Centuria, el único pájaro al que se le toca la Marcha Real, como me decía un viejo armao con los vellos de punta bajo el recuerdo de su coraza antigua de costillas?

Este año a la Esperanza la han puesto sus priostes en el centro de su regio salón del trono. Cada año, mientras la Virgen pisa su bendita tierra sevillana, nunca falta, arriba, en el hueco del camarín vacío, su trono de Reina, del que parece que acaba de descender escaleras abajo. A mí me recuerda al sillón vacío del Rey que preside todos los actos de la Real Maestranza de Caballería. A la Esperanza, como es Reina, le da Sevilla este signo de respeto, lealtad y pleito-homenaje del sillón vacío que le dejan los caballeros macarenos allí arriba, mientras abajo la ves cara a cara, si es que puedes aguantarle la mirada y tragarte las lágrimas. Ya dije qué es macarenear: "Ver la cara a la Esperanza/ y jartarte de llorar".

Este año macarenear es quedarse extasiado ante ese escenario de majestad y gloria del salón del Trono en que la Esperanza está de besamanos. ¿Besamanos real ha dicho usted? Este besamanos en el efímero salón del trono de la basílica tiene mayor majestad que el del Palacio Real. Es una humanización de la Madre de Dios, como nos gusta verla a los sevillanos; como cuando sabemos con la certeza de la fe que respira en el tintineo de las mariquillas en su pecho; como cuando le vemos la cara cansada y con ojeras de toda la noche en vela y en la calle el Viernes. No creo yo que en San Telmo hubiera un salón del trono como esa magnificencia, como el que este año han montado los priostes macarenos en honor de su humanísima Esperanza. Más Reina que nunca en su salón del trono. Reina en el corazòn de todos los sevillanos, reina en su barrio, reina en los que a besarle la mano vienen de tan lejos y tanto la esperan. El poeta Manuel Mantero dice que todas las mujeres nos hacen esperar, pero que a la que menos le importa esperar, cada Madrugada, es a la Esperanza. También la esperamos ahora, en una cola lo larga que haga falta, para besarle la mano en su salón del trono. El salón del trono de la Esperanza en su besamanos es el salón del tronío macareno. Óle. Lo sé porque Gallito lo está viendo desde ese río que un día vino "teñío con sangre de los Ortega". Que era, como dice Luis León, sangre verde de cirio de último tramo, de manto de tisú, de viejo terciopelo de los antifaces de los macarenos que ya se fueron junto a la que le siguen besando la mano en su trono de verdad del Cielo.

 

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