Los Reyes Magos desde luego son muy generosos en juguetes para los niños, en frascos de colonia para los señores, en delicadas piezas de bisutería para las señoras, en chalecos de punto calentitos para los abuelos, pero los pobres, a los que el Ateneo de Sevilla honra de una manera digna de todo elogio, pues siempre nos quedaremos cortos en la exégesis de lo que significa poner la Cabalgata de la Ilusión en la calle, están cortitos con agua en materia de tallas, medidas y modelos. Igual que el Ateneo los honra cuando les entrega las coronas que han de lucir en la Cabalgata, los debería llevar luego a un curso de especialización en tallas, medidas y modelos en la Fundación Sal Telmo mismo.
Allí les deberían dar a los Reyes Magos un cursillo de últimas novedades en materia de electrónica y telefonía móvil, pongo por caso, para que aprendan que un Ipad no es lo mismo que un Android. Y en asuntos de movilidad, para que aprendieran, por ejemplo, las diversas clases de patinetes que hay, porque los pobres, con tanta carta de los niños y los mayores que han sido buenos, se arman luego unos líos tremendos a la hora de montar los sacos de regalos en los camellos y disponerse a trepar con sus altas escaleras por los balcones de Sevilla para dejarnos junto a los zapatos sus regalos y tomarse luego los tres mantecados y las tres copas de aguardiente de reglamento, que menuda tajá deben de coger los Magos de Oriente con tanta copita de anís Martes Santo que les dejan los padres para cuando lleguen a dejar los regalos de los niños.
Pero los Reyes, con sus regalos, ay, se equivocan más que el testamento de una loca. No aprenden. Mira que llevan años echando regalos, ¿no? Bueno, pues no se han enterado todavía los pobres que una talla S no es lo mismo que una talla M, ni que una L. Y que un zapato del 36 no es lo mismo que otro del 37. Y que un jersey color mostaza no es lo mismo que un jersey color pistacho. Eso por no meternos en la juguetería. Hártese usted de hacer atrayentes catálogos de juguetes, señor Don Cortinglés, para que luego los Reyes no sepan ni papa de muñecas ni de juegos electrónicos y se equivoquen y les den la mañana a los pobres niños con su equivocación.
Por eso, por esta absoluta incapacidad de Sus Majestades de Oriente en materia de tallas y modelos, hoy es una fiesta que deberíamos celebrar igual que lo hacemos con la Epifanía del Señor que ellos fueron a venerar. Menos el flojo o el despistado de Artabán, el cuarto Rey Mago, que no se sabe si es que se "esnortó" en Oriente o si se le pegaron las sábanas, pero la verdad es que no llegó a tiempo de dar al Niño Jesús el oro, el incienso y la mirra, que, oh milagro, San José no tuvo al día siguiente que ir a descambiarlos al Cortinglés de Belén, porque eran los mismos que pidieron en la carta que les llevó el Heraldo del Ateneo de Nazaret. Esta fiesta que digo que deberíamos celebrar hoy es el Día Nacional de las Devoluciones. ¿Usted ha visto las famosas colas de las cajas de Zara? Bueno, pues así están los mostradores de los departamentos de Atención al Cliente para descambiar el jersey por una talla menos, el anorak por dos tallas más, la tableta a la que no se le puede poner el SIM por otra que lo admita y así sucesivamente. El comercio abre hoy no para vender, sino para descambiar regalos. ¡Qué lío de tallas y de modelos!
Todo se descambia hoy, menos a un señor que nos produce a muchos españoles profunda zozobra y honda preocupación: el candidato a presidente del Gobierno, que nos tendremos que comer con papas. ¿No podíamos descambiar a Sánchez como se descambia un jersey de los Reyes por una talla mayor? Es que Sánchez es de la talla de la traición a España. No da la talla de la Constitución. Y lo mismo que Diógenes buscaba a un hombree por Atenas con su linterna, inútilmente hemos buscado por todo el Congreso a dos diputados, dos, sólo dos, con dignidad. Que antepongan los intereses de España, de su Constitución y de su Corona a su sueldo y a lo que les manda el partido que les da de comer.
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