ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de febrero de 2020
                               
 

El Gran Poder de Carmen Laffón

Cartel de Carmen Laffón para el IV Centenario de la hechura del Gran Poder por Juan de Mesa

Si se torea como se es, que me parece que fue Juan Belmonte quien lo dijo, se pinta como se es. Y los cuadros de Carmen Laffón, su obra toda, tienen mucho de la propia forma de ser de nuestra pintora: su sensibilidad, su sencillez, su huida intencionada de toda estridencia, su tacto, su sentido de la medida, su modestia. Ahora Carmen Leffón me ha dejado impresionado con su cuadro del Gran Poder, que ha pintado para la hermandad como cartel de los actos del IV centenario de la hechura del Señor, 1620-2020.

Aparte de sus delicados y como vaporosos paisajes sanluqueños de La Jara, o de sus azoteas, para mí de lo más característico de toda la obra de Carmen Laffón, no suele destacarse la obra de la pintora como cartelista. O como escenógrafa. Fue una maravilla la vista del transparente paisaje de Sevilla desde el otro lado del río, desde la orilla del Puerto Camaronero, que hizo como telón de embocadura del escenario en el montaje tan nuestro que Juan Suárez hizo de "El Barbero de Sevilla" para el Teatro de la Maestranza, bajo la dirección de José Luis Castro. Tuve la fortuna de ver representada esa versión sevillanísima del "Barbero" en Ginebra, y admirar en aquel teatro suizo la pintura del paisaje de Sevilla visto por Carmen Laffón en el transparente telón de embocadura. Era como soñar desde la distancia la ciudad idealizada, con la casa de Rosina llevada a la escena por Juan Suárez o en la elegantísima escenografía que cuidó Ana María Abascal. Y después, su más que divertido cartel de "Toros en Sevilla", que era como una muñeca rusa: un cartel que representaba a otro cartel, antiguo, donde gastaba la infinita broma de poner como diestros actuantes a muchos de sus amigos, en cuyos nombres estaba toda la Sevilla cultural de una época. Por no olvidar su maravilloso cartel de Semana Santa, que era como el de sus recuerdos de niña de la calle Vírgenes. Carmen tiró de la cofradía que más cerca tenía en el recuerdo de su casa: de la delantera del paso de la Virgen de la Candelaria. Tres joyas de delicadeza laffoniana en formal de cartel o de escenografía.

Y ahora, el Señor de Sevilla. Carmen Laffón ha pintado un Gran Poder cercano y humano: el del besamanos del Domingo de Ramos. Un Señor sin cruz, con las manos atadas. Ay, esas atadas manos del Gran Poder: "In manu ejus Potestas et Imperium." Ha pintado al Señor que nos traemos en la memoria del corazón cuando volvemos de besarle esas manos del Poder y la Gloria y de hablarle, con palabras o sin ellas, y de impresionarnos ante su humanísima cercanía. El cartel de Carmen Laffón impresiona como el Gran Poder cuando le besamos las manos. Y nos lleva a ese trozo de gloria que es la cercanía de su presencia, ante la cual cuanto le rodea se borra. Ese fondo vacío del cartel de Carmen Laffón es el que subraya la importancia del Gran Poder, ante cuya presencia no se fija uno en nada, ni en el paso de Ruiz Gijón cuando está en la calle con su divina Zancada, ni en la grandeza de la basílica en su templo. El Señor que todo lo puede nos lleva a esta abstracción de cuanto le rodea que no sea Él.

Y es, además, una pintura que parece que ya la hemos visto, de familiar que nos resulta esa imagen del Señor con su lisa túnica morada. Carmen Laffón ha pintado el Gran Poder de la memoria de tantos cuadros de las cabeceras de las camas de los sevillanos. Carmen Laffón no ha pintado al Gran Poder que esculpió Juan de Mesa, sino el que Sevilla hizo. Suyo. El de las viejas fotografías enmarcadas en los puestos de las plazas de abastos, en las tabernas, en los almanaques de muchas humildes cocinas de puchero y hambres antiguas. Nos ha hecho conocer más de cerca, más nuestro, al Gran Poder. Al que de verdad hizo Sevilla, no Juan de Mesa, ante ese silencio de ruán y esparto que, sea la época del año que sea y el lugar que se quiera, impone su presencia. Es que lo ves en el cuadro de Carmen Laffón y te parece que vas a salir con la cintita morada del besamanos en la solapa del traje endomingado. Gracias, Carmen Laffón, por devolvernos tan nuestro a Nuestro Padre, a Jesús del Gran Poder. Lo has llevado al lienzo sacándolo de nuestra memoria y de la de nuestros mayores, que nos enseñaron a rezarle y a confiar en su Gran Poder.

 

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