ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  3 de febrero de 2020
                               
 

Miguel Sánchez y el IUCE

Como nació en San Fernando, y a gala lo lleva, hijo de marino de guerra, no me extraña que la Cámara de Comercio le haya impuesto su Medalla de Oro a mi querido Miguel Sánchez Montes de Oca, para premiar así su impulso a las relaciones de esta institución con Iberoamérica. En cierto modo, lo del cañaílla Miguel Sánchez con América y su comercio y relaciones universitarias ha sido como un largo cante de ida y vuelta. No es exageración mía sevillana, pero yo creo que por razones de este trabajo de ampliación de horizontes de la Cámara y del comercio sevillano, Miguel Sánchez ha estado más veces en San Juan de Puerto Rico que en Barcelona. El fue quien creó en 1968 las Asambleas de Comercio Iberoamericano y Filipino, en que Sevilla se abrió económicamente a nuestro antiguo mundo colonial. Con aquellas asambleas, Miguel, en cierto modo, devolvió a España las colonias perdidas o los países americanos que tras las Cortes de su Cádiz proclamaron su independencia y dejaron de ser provincias donde vivían los "españoles de ambos mundos". Y simbólicamente, todo esto lo hizo Miguel Sánchez desde la sede de una Cámara de Comercio que ocupaba los bajos del Archivo de Indias por la fachada que da al Triunfo del terremoto de 1755. Asambleas que fueron germen de la Asociación de Cámaras de Comercio Iberoamericanas.

Pero en el justísimo homenaje que le tributó su Cámara de Comercio, a la que Miguel ha dedicado buena parte de su vida, desde tiempos de la presidencia de José González Reina (1960-1971) y de aquellas Ferias de Muestras de los Jardines de San Telmo, presentadas como hispanoamericanas, se han olvidado de una parte no menos importante de su obra en beneficio de la economía, la empresa y el comercio de Sevilla. Miguel fue y es antes que nada un profesor universitario. No se ha reconocido con esa Medalla de Oro, y lo hago ahora con una condecoración en forma de recuerdo entrañable de amigo, que gracias a Miguel Sánchez Montes de Oca existe hoy en Sevilla, desde 1971, la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, con todo el auge profesional y de empleo que supone. Verán. En 1963, y como aspiración de un grupo de catedráticos de la vieja Facultad de Derecho de la Glorieta del Cid, fue creado el IUCE, el Instituto Universitario de Ciencias de la Empresa. Lo anunció así ABC: "El Ministerio de Educación Nacional, de conformidad con el dictamen del Consejo Nacional de Educación, ha resuelto crear en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla un Instituto Universitario de Ciencias de la Empresa (IUCE), que tendrá por objeto el estudio y la enseñanza de conocimientos v técnicas concernientes a la naturaleza, constitución, dirección, organización y administración de empresas públicas y privadas. Los estudio se desarrollarán en cuatro cursos académicos". El fundador y creador del IUCE fue, paradójicamente, no un catedrático de Hacienda, sino de Derecho Político: el polifacético donostirarra don Ignacio María de Lojendio e Irure, que concinaba el bacalao como nadie para sus amigos en la Peña Trianera y que se hizo tan sevillano que dio un gran pregón de Semana Santa en 1951. Pero la mano derecha de Lojendio en el IUCE, el que verdaderamente sacó adelante el IUCE, germen de la Facultad de Económicas, con muy pocos medios, el que le dio vida académica y sevillana, fue Miguel Sánchez Montes de Oca. Universidad y empresa se unían en su persona, en el IUCE y en la Cámara de Comercio, de la que por cierto era funcionario otro pregonero de Semana Santa, nada menos que Rodríguez Buzón. Así que cuando le han dado la justa Medalla de Oro de la Cámara a Miguel Sánchez por sus relaciones con Hispanoamérica, he echado en falta que se le reconozca, como quiero hacer ahora con igual justicia, que la Facultad de Económicas existe gracias a aquellos primeros y callados trabajos en el IUCE de quien luego, del andalucismo de CP al centrismo del PSLA en la UCD, fue subsecretario de Manuel Clavero en aquel Ministerio de las Regiones que puso en pie las autonomías en los albores de la Transición. Levanto un jaibolito de boricua piña colada, querido Miguel, para reeconocer con mi brindis lo que hiciste para que hoy exista la Facultad de Económicas, aunque lo hayan olvidado y no te lo hayan reconocido ni a ti ni a Lojendio.

 

 

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