ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de febrero de 2020
                               
 

Carmesí real sobre azul Arenal

No sé si se han fijado en el arrastre de los toros en la plaza de Sevilla. Tras las mulillas y casi en la misma penca del rabo del toro que se arrastra, un arenero, con un escobón de lentisco, a toda velocidad, va alisando el albero que levanta el animal que el tiro, con sus cascabeles y los latigazos de los mulilleros, lleva hacia el desolladero. Hoy me siento un poco como ese arenero, con la pluma por escobón, rematando las informaciones del medidísimo, simbólico y aleccionador acto en que el Rey entregó los premios taurinos y universitarios de la Real Maestranza de Caballería en el mismo ruedo de la plaza. Tranquilos, que esto no es el tradicional artículo de cada año contra el cartel taurino, pero ojalá que, como tantas cosas de Sevilla, si el año que viene, Deo volente, escribo otro del mismo corte, se convierta en una tradición. La de felicitar a la Real Maestranza de Caballería, a su teniente de hermano mayor, don Santiago León, y a su junta por el acierto de este acto con el real presencia en los tiempos que corren, en que tanto la Corona como la Tauromaquia son puestas en cuestión por muchos irresponsables.

Digo como en los antiguos programas de radio cara al público o con intervención de los oyentes por teléfono: "¿Puedo felicitar? Pues felicito a la Real Maestranza al cumplir sus 350 añitos y por la brillantez del acto del jueves". Lo bueno, si breve... No duró más de tres cuartos de hora. Y dio ocasión para hacer una afirmación en los valores a los que la Maestranza, según las palabras del Rey, se ha mantenido fiel: la defensa de la Corona, de la Patria, de la Tauromaquia, de la protección a la cultura y a las tradiciones de Sevilla, entre las que Don Felipe VI incluyó a la Fiesta Nacional, "un patrimonio inmaterial valorado por millones de españoles". Que ya hay que tener valor, Señor, para defender así a los toros frente a tanto ecologista de plastilina y tanto objetor de la Fiesta Nacional, quizá más por española y símbolo de nuestra cultura que por la parte de fiesta.

Si cada Domingo de Resurrección, en la apertura de la temperada, la Plaza del Arenal está de dulce, en el acto de los premios taurinos y universitarios estaba de miel de torrija, ya que estamos en vísperas del Miércoles de Ceniza. Es un acierto grande la carpa nueva para actos en el ruedo que se inauguraba con la presencia de Su Majestad. ¿Quién la ha diseñado? Merece que su nombre sea conocido y su obra explicada. Porque no es una cerrada carpa al uso, de las que se utilizan para un cáterin de boda, sino como un gran escaparate, una armoniosa arquitectura efímera colocada en el centro del ruedo, con vitrales en sus cuatro lados, por los que se puede admirar la belleza de los tendidos vacíos, la ladrillería del sol, los arcos de la sombra alta. Ese tesoro que tenemos y que se llama Plaza del Arenal, que los caballeros maestrantes mantienen como si se acabara de estrenar.

Y al final, pero no lo último, algo emocionante para los que somos partidarios de la Institución y nacidos en el barrio. Sobre el que es conocido como "el arco del reloj", y que antaño llamaban "Palco de la Diputación", en el mástil donde suele izarse el pendón maestrante, el estandarte carmesí del Rey con sus armas, ondeando al viento de Sevilla, recortado en el cielo azul Pura y Limpia del Arenal. A mí, la verdad, me emocionó ver allí ese estandarte, con un color tan nuestro como el carmesí, que no es otro que el que popularmente llamaban "colorado" al describitr la bandera de Sevilla, "blanca y colorá". Ese estandarte en el cielo del Arenal significaba mucho, como la lealtad de Sevilla a su Rey y a sus tradiciones populares. Y de cómo recibió Sevilla al Rey, ni les cuento. En dos semanas, el Rey ha visto cómo se le quiere y respeta en nuestra tierra, de Écija a Sanlúcar, de Almonte al Arenal. Y digo yo, tal como están las cosas: igual que su augusto bisabuelo Don Alfonso XIII pasaba aquí tantas primaveras en el Alcázar, ¿por qué no traslada Don Felipe VI la Corte durante un tiempo a esta Sevilla que tanto lo quiere y respeta, como su antepasado Felipe V hizo entre 1729 a 1733? No hay más que mirar el símbolo del carmesí estandarte del Rey sobre el azul del cielo de Sevilla, como emocionaba la otra mañana.

 

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