ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  27 de febrero de 2020
                               
 

Bares y hospitales

Ahora que comienza el tiempo ritual y cuaresmal de los pavías, del bacalao con tomate y de las espinacas con garbanzos, viene muy bien lo que acaba de descubrir el Consejo General de Economistas de España y que algunos pueden tomar como indicador de subdesarrollo, pero que debe interpretarse como una alegría, por lo sanos que estamos y por lo bien que sabemos entender la vida. Según una estadística de ese Consejo, en Sevilla hay más bares que camas de hospital. Sevilla suma 4.600 locales para comer y beber frente a las 3.750 camas de hospital. Perfecto. Señal de salud. Lo malo es que fuera al revés: que hubiera más camas de hospital que menos bares; que no encontraras dónde tomarte un buen negro con agua y con tu tapita de ensaladilla rusa con todas las garantías de su Observatorio ODER, y en cambio encontraras una clínica con sus urgencias en cada esquina. ¿Saben lo que creo que demuestran estas estadísticas? Que Sevilla rebosa salud. Y les voy a hacer la prueba del algodón. Bueno, algodón, no, que suena a hospital. Con un pañuelito de papel de los que Howard Jackson vende frente a la antigua Estación de Córdoba nos vamos a aviar. ¿Usted qué prefiere? ¿Un bar repleto de gente, con dos filas delante del mostrador alargando manos para coger las copas y las tapas, como en mi querido templo de los boquerones en adobo del Blanco Cerrillo de la calle José de Velilla, el que inunda con su aroma la calle Tetuán, o unas salas de espera de urgencias llenas y unos pasillos llenos de camillas de enfermos esperando, tras haber pasado el triaje? El mejor triaje es el sevillanísimo del camarero que te pregunta:-

-- ¿Qué van a tomar los señores?

¿Qué prefieren? ¿Eso, o que te pregunten si eres alérgico a algún medicamento? En el triaje de los abundosos bares no te mandan a una sala de espera, sino que directamente te dan la medicina. Por ejemplo, Cruzcampo fresquita en vena o un chute bueno de oloroso dulce, si eres una señora y es la hora del mediodía en que estos dulzones néctares jerezanos entran en el cuerpo que da gloria bendita saborearlos. Mejor siempre un Canasta que un Britapén, ¡dónde va a parar!

Los que entendían a las mil maravillas esta supremacía de la barra de bar sobre la cama de hospital eran los concurdáneos de la Peña Er 77, que en el Bar Gonzalo de la calle Alemanes primero y luego definitivamente en su sede canónica de Casa Morales, que era la casa generalicia de aquellos guasones moyatosos, proclamaban lo que no recomiendan los médicos ni se encuentra en los protocolos de las clínicas o de los hospitales, como es la alegría del buen vivir a través del buen beber. Tenía el Marqués de las Cabriolas una máxima que era todo un programa de buena salud y bienestar, que ojalá se practicara más, que así nos harían falta menos clínicas y no se quejaría la gente de la falta de camas hospitalarias: "Bebe a gusto y orvía los disgustos". Lo debería recomendar la Organización Mundial de la Salud, en vez de meternos tanto miedo en el cuerpo, ¿qué digo miedo?, ¡pánico!, con su aparente falta de respuesta ante la epidemia de coronavirus, en la que, encima, te alegran el cuerpo diciendo que puede convertirse en una pandemia. Vamos, que sólo les falta decir lo del antiguo anuncio de Yemas el Ecijano que había a la entrada por la carretera N-IV en la Ciudad del Sol: "No se droguen con Yemas El Ecijano. Casi tós palman".

Hablando del coronavirus, digo yo que en vez de ponerle el nombrecito dichoso ya se habían podido buscar otra denominación de origen. A la Corona, tal como están las cosas, lo único que le faltaba, encima, era un virus, mechachis en la mar. ¿No podían haberle puesto por ejemplo, ya que es tan desagradable y tan peligroso, "Tricolorvirus", y que se mueran los feos? Los feos y los guapos, porque este bichito dichoso nos está dando buenos miedos y quebraderos de cabeza. Pero no nombremos la soga de los hospitales y los aislamientos en la gozosa ciudad de Sevilla, donde hay más bares para sanos que camas para enfermos. Bares que rebosan salud. Que yo sepa, ni en Casa Ricardo, que ahora empieza su glorioso tiempo cuaresmal de las croquetas de bacalao, ni El Rinconcillo, han detectado un solo caso de "tricolorvirus", digo, de "coronavirus".

 

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