<
  

 

  


ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 12 de marzo de 2020
                               
 

El incienso escribe a don Antonio Muñoz

Mi muy admirado y respetado, ilustrísimo señor don Antonio Muñoz Martínez, teniente de alcalde delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo. Cargos que aunque en el organigrama municipal se escriban así, en Sevilla se pronuncian cortando por lo sano: Urbanismo. Urbanismo de toda la vida. Le escribo, pues, en su condición de Delegado de Urbanismo. Y no en mi nombre, sino en el de un olor de Sevilla. ¿A que nunca le ha escrito a usted un olor? Se lo habrán descrito quizá, como las nada gratas fragancias que dejan los caballos de los coches de alquiler en los alrededores de la Catedral o en El Cristina. Pero me pongo lo que sea a que nunca le ha escrito a usted un olor sevillano. ¡Ay, si los naranjos en flor escribieran, qué obras completas le iban a dedicar!

Y el olor que le escribe a usted hoy, don Antonio, que alguna vez tenía que ser, es más sevillano que una trasera dando leña por la Cuesta del Bacalao. Hoy le escribe el olor del incienso. El que todo el año nos trae inmediatamente el recuerdo de los momentos más emocionados y vividos de la Semana Santa. El que nos evoca la delantera del paso de una Virgen a la que rezamos; del Cristo que tenemos en la cabecera de la cama. Le escribe a usted el incienso, don Antonio. Porque como el Ayuntamiento tiene poco paladar para muchas cosas, sabrá que la Gerencia de Urbanismo, por un problema más que prosaico de licencias y autorizaciones, mandó quitar, y de hecho quitó, el puesto de incienso de toda la vida que había en la calle Córdoba, junto a las ilustres piedras de los muros de la iglesia del Salvador, al lado del callejoncito que da entrada a su Patio de los Naranjos y que muchos no saben que está rotulado en memoria de homenaje a don Juan Garrido Mesa, el canónigo que junto con el letrado Moeckel encabezó el movimiento de la Sevilla civil para salvar y restaurar aquella iglesia colegial, como la salvó y restauró cuando amenazaba ruina y nadie se ocupaba de ella.

Como con una la espada de fuego de un pebetero de barro trianero en forma de horno de La Cartuja, el puesto de incienso de la calle Córdoba fue expulsado de su lugar de siempre, por estos problemas administrativos que me consta le ha explicado personalmente la familia Fiances, propietaria de la expendeduría callejera de este inconfundible aroma de Sevilla. Sé, don Antonio, que tras las quejas de muchos sevillanos, usted se ha ocupado del asunto, y le ha buscado una solución, para que no desaparezca el puesto de incienso de la calle Córdoba, al que han renovado la licencia que originó los problemas administrativos. ¿Pero sabe usted dónde han mandado al puesto de incienso de la calle Córdoba? ¡A la Plaza de la Pescadería! Como si fuera el monumento a Clara Campoamor. Allí, de momento, por la propia amplitud de la plaza que une La Costanilla con La Alfalfa, el incienso ya no olerá lo mismo, tan medieval e íntimo, como en la calle Córdoba. ¿Qué pinta el incienso de la calle Córdoba en la Plaza de la Pescadería, don Antonio? Es, ¿qué le digo yo?, Como si mandamos el olor a adobo de la calle José de Velilla a la Plaza de la Magdalena. O como si el pescado frito de La Isla, en vez de la esquina de García de Vinuesa frente a Casa Morales, lo mandamos a la calle Adriano. Es como si los puestos tan de olor a infancia del algodón hilado de la Feria los mandamos a Lagoh. Lo que no puede ser, no puede ser. Su mismo nombre indica dónde tiene que estar el puesto de incienso de la calle Córdoba: en la calle Córdoba.

Sé, don Antonio, que lo va a estar. Confío en su capacidad administrativa y en su olfato político sobre el incienso (y sobre más cosas que el incienso) para que comprenda que esto, que parece una tontería, no es un tema menor para muchos sevillanos. Entre los que sé que está usted, que ¿a que va a devolver el incienso a la calle Córdoba? Porque ¿sabe usted qué hay ahora en el sitio que ocupaba el puesto de incienso de la calle Córdoba? ¡Pues un mantero, vendiendo bolsos falsificados, que se ha puesto allí! Y entre un mantero vendiendo falsificaciones y ese olor a Sevilla del incienso es que no hay color. Aunque el mantero sea subsahariano.

SOBRE ESTE TEMA, EN EL RECUADRO: "DEFENSA DEL INCIENSO CALLEJERO"

 

Correo Correo Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico

         

 

 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio