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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 15 de marzo de 2020
                               
 

...Y se hizo viral

Con la venia de ustedes, que estarán como servidor, hasta las mismísimas trancas, vamos a tratar de desdramatizar un poco la doble crisis que tenemos encima: la de la pandemia del coronavirus y la económica y laboral. A la que otros añaden una tercera, cual inepcia del presidente del Gobierno, que igual que Zapatero negó la crisis económica de 2018, Sánchez tampoco atajó desde el comienzo lo que nos parecía que era algo de los chinos, lejísimos, y que nunca llegaría aquí.

Virus. Es lo que te hasta ahora te decían algunos médicos chungaletas cuando no sabían lo que tenías:

-- Eso es un virus.

Pero había otro virus que servidor no comprendía. Era el virus de las redes sociales. Sí, las que cuando alguien pone algo lleno de sentido común o políticamente incorrecto dicen que "arden las redes sociales". Como las rastrojeras al terminar la siega. Usted lo habrá leído multitud de veces: "Arden las redes sociales por una frase del cantante José Manuel Soto". Y Soto, a lo mejor, lo que ha dicho es algo cargado de sentido común y de sentimiento patrio. Las redes arden, por un lado, y por otro en ellas muchos asuntos dicen que "se hacen virales". Esto es lo que no comprendía: lo de "virales". Aseguraban que se hacían virales, de teléfono móvil a tableta y de tableta a ordenador, vídeos simpáticos, como las parodias de Los Morancos sobre asuntos de actualidad. O el fragmento del otro que decía: "Eres tonto del tó... ¡y pá siempre!". O se hacían virales insensataces culposas de los que buscaban notoriedad subiendo ellos mismos un vídeo en el que conducían un coche a 200 kilómetros por hora en una autovía o se ponían al lado de un precipicio, a punto de pegarse el mochazo del siglo. Insisto que no comprendía esto de "hacerse viral". Culpa mía, por no mirarlo en el Diccionario de la Academia. Donde lo pone bien clarito en la segunda acepción del adjetivo derivado de "virus": "Dicho de un mensaje o de un contenido: que se difunde con gran rapidez en las redes sociales a través de Internet".

Pero no podía pensar que, de las musas del afán de protagonismo al teatro de la realidad, lo que se iba a hacer viral de verdad en menos de horas veinticuatro era un verdadero y terrible, arrasador virus. Y sin redes sociales ni gaitas de las nuevas tecnologías. (Las que un día no tan lejano llamaron "autopistas de la información", por las que muchos van como locos con sus noticias falsas). No podía pensar que lo que de verdad iba a hacerse viral, y no en las redes sociales, sino en la realidad era un virus maldito, y que ante la pandemia se iba a desencadenar poco menos que una guerra por la salud de todos y a casi paralizar el mundo. No me imaginaba que en este milenio del terror la litiasis de la carne mechada, que en su momento creímos gravísima, iba a ser una anécdota ante los hechos que te desgrana el telediario y que cada vez te van poniendo más deprimido...hasta que lo apagas.

Pero con el coronavirus se han hecho virales muchas otras cosas, tristemente. Entre otras, este absurdo que hemos padecido de que haya habido en España 17 modos distintos de entender la lucha contra la pandemia global, uno por cada autonomía. Que hasta la aplicación del Estado de Alarma del 116 nadie haya hablado de usar el artículo 155 de la Constitución para unificar delicadas materias en estos problemas, como Sanidad o Enseñanza, para que cada autonomía no campara por sus respetos. Y que haya habido quienes, como los niños no tienen cole, desoyendo confinamientos voluntarios en casa para no contagiarse ni ser contagiados, se han ido estos días a las playas desde las "zonas rojas" de mayor incidencia, ¡hala!, a esparcir el mal por toda España. No me negarán que los insensatos, los insolidarios, los insensibles también se han hecho virales.

 

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