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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 17 de marzo de 2020
                               
 

La Feria es otra cosa

El otro día mi dilecto vecino Ignacio Camacho me lo quitó de la boca. Sin tragedias al cumplirlo por el bien de todos, e incluso dando ejemplo a las propias autoridades, como ayer comentaba Álvaro Ybarra, con el Estado de Alarma estamos todos como en arresto domiciliario, decía Camacho. Las horas se hacen largas o cortas, según la capacidad de empleo del tiempo libre de cada cual. Y en estas horas, tristes horas, preocupantes horas, en las que aparte de la salud y la vida de muchos está en perri el futuro económico de una ciudad que basa fundamentalmente su economía en el monocultivo del turismo y de la hostelería, me he propuesto con los artículos de estos amargos mal llamados días alegrarles un poco la vida, hacerles considerar otros aspectos menos trágicos sobre esta impensable y terrible crisis, para hacer más llevadero el necesario confinamiento.

Aunque corren malos tiempos para la lírica, no así para los sevillanos asuntos afectados por la crisis. Hablo de la Feria. El aplazamiento de la Feria no ha sido una tragedia como la supresión de las estaciones de penitencia de las cofradías. Decisiones ambas, por cierto, cargadas de sentido común y de sensatez, en las que no cabe otra postura que apoyar a las autoridades, cumplir sus dictados en favor de la salud de todos, sin meternos en fías ni porfías de ideologías. Aquí no hay ya a estos efecto derechas o izquierdas, ni dos Españas, ni dos Sevillas. Hay lo que hay: la más terrible ocasión que estamos viviendo al menos tres generaciones.

Siempre mantuve que es curioso cómo la Semana Santa tiene tanta y tan buena literatura, como la que recopiló Paco Robles en su antología (que debería reeditar, como sus "Tontos de capirote"). Pero la Feria, en cambio, apenas tiene literatura. Versos malos, prosas tópicas y sevillanas peores, todos los que usted quiera. Por eso en cuanto que han suspendido las estaciones de penitencia de la Semana Santa se nos ha venido encima todo el sentimentalismo lírico de esa maravillosa literatura. Si Andalucía, decía Cernuda, "es un sueño que algunos andaluces llevamos dentro", la Semana Santa es el sueño que todos los sevillanos llevamos en el corazón...y que se hace realidad cada año.

En cambio el aplazamiento de la Feria ha sido acogido como la temporatura 0 grados del termómetro de Lepe: ni frío ni calor. Aquí, para la decisión, a pesar de su fortísima incidencia económica en el PIB sevillano, no ha tenido que reunirse el Tripartito de la Sensatez de arzobispo, alcalde y presidente del Consejo. Aquí el alcalde lo ha comunicado y punto. Estamos en una situación sanitaria y económica muy grave como para preocuparnos por el aplazamiento de la Feria. Que, además, dos por el precio de una, puede significar la revitalización de la casi extinta Feria de San Miguel, que tuvo grandísima importancia cuando Sevilla era capital agrícola y ganadera de Andalucía la Baja. Si quieren otro argumento a favor, pregunten a cualquiera cuándo era la Feria. Ni la fecha sabía casi nadie, salvo que era por segando año de sábado a sábado, con un día de fiesta por medio. Pregunte, en cambio, cuándo es el Domingo de Ramos, verá cómo todo el mundo sabe que el 5 de abril de este funesto bisiesto.

Y hay algo que no se comenta: que el coronavirus le va a hacer a la Fiesta Nacional más daño todavía que los propios enemigos que el toreo tiene dentro. Si nadie le da importancia al aplazamiento de la Feria y revitalización en septiembre de la de San Miguel, lo de los toros es otra cosa. Sin toros en Castellón, ni en Valencia, ni en Sevilla, veremos a ver el futuro inmediato de la Fiesta. Y no se ha destacado que se ha suspendido la temporada taurina de Sevilla. Que el cartel maestrante de marras ya no anuncia carteles algunos, y que están devolviendo el dinero de los pocos abonos que ya sacados. Pero, claro, todas estas son cuestiones nuestras. Menores. Lo grave es la crisis en sí, desde el punto de vista sanitario, o desde el social, laboral o económico. Hablar de casetas al lado de la gravedad de la crisis y del Estado de Alarma es una frivolidad. Si lo he hecho, ha sido para alegrarles un poco el que mi querido Ignacio Camacho llama, y es muy conveniente, "arresto domiciliario".

 

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