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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 20 de marzo de 2020
                               
 

De Amancio a Lina

Le llaman Estado de Alarma, pero a muchos nos parece de guerra. Viendo en los reportajes gráficos del ABC las más céntricas calles de Sevilla vacías como nunca, sin un alma la Avenida o la Puerta Jerez, recordamos que algo así, pero de Nueva York, hemos contemplado en alguna película sobre una supuesta guerra nuclear. ¿Que esto es lo que ha dicho Macron, que estamos en guerra? No, esto es lo que sentimos los que no la hicimos, pero se la escuchamos contar a nuestros abuelos o a nuestros padres. Y como en todas las guerras, sale a flote lo mejor y lo peor de los hombres. Y hay quienes aprovechan el dolor, la necesidad y la angustia de los demás para hacerse ricos. Me contaba mi madre que hubo en Sevilla un zapatero que se hizo forró en la guerra, porque por falta de ventas anteriores o por su previsión en los pedidos, el estallido del conflicto y la división de España en dos zonas le cogió con los almacenes llenos de artículos. Y como las grandes fábricas de zapatos de Elche y Elda habían caído en la otra zona, escaseaba en Sevilla el calzado. Que este hombre se hartó de vender, subiendo los precios cuanto le vino en gana.

En las guerras hay quien se forra y también quien da ejemplos de desprendida generosidad dignos de todo elogio. Mientras hay quien se está hartando de vender a los que acaparan y atiborran los carritos de la compra en sus supermercados y no han tenido ni un mal detalle de agradecimiento y ayuda a la sociedad que padece este verdadero "crack" sanitario y económico y que lo está haciendo rico, Amancio Ortega, el dueño de Zara, el que dona carísimos aparatos para la lucha contra el cáncer en los hospitales públicos, ha continuado en lo suyo: en devolver a la sociedad parte de lo que ha recibido de ella. En el presente estado de necesidad hay muchos que se alivian de personal y lo despiden, aprovechando que el ERTE pasa por Valladolid. Pero si Amancio Ortega, este gran señor, uno de los más ricos del mundo, no nos tuviera acostukbrados a sus gestos de solidaridad con sus paisanos españoles, sería una sorpresa su altruismo ante esta crisis, gesto el de ahora que nos eleva el ánimo y nos sigue haciendo confiar en la bondad del género humano.

Amancio Ortega, que empezó su imperio fabricando batas boatinés para las marías de los barrios, ha ofrecido a la Sanidad pública, pagándolas de su bolsillo, traer desde China 300.000 mascarillas, ese bien tan preciado por el personal sanitario, por quienes están en la primera línea del frente de esta guerra en la que todos somos combatientes. Ortega tiene 7.486 tiendas por todo el mundo. En los mejores sitios de todas las grandes capitales del mundo te encuentras su tienda de Zara. Eso supone una red logística única, que ha puesto, "gratis et amore", a disposición del Gobierno para movilizar lo que se tercie contra el virus. Y no contento con ello, ha ofrecido sus fábricas para hacer batas protectoras y el material sanitario que se precise. Y además, ha anunciado que no va a despedir a nadie de sus empleados de las tiendas cerradas, a los que les asegura la continuidad de su puesto de trabajo. Y ante este espectáculo de generosidad, que no me sorprende nada en la habitual altruista forma de solidaridad del dueño de Zara, me hago una pregunta: ¿por qué Amancio Ortega pone tan nervioso al rojerío con los altruistas gestos de sus donaciones? Sí, a los que presumen de estar a favor de los demás y dan recitales de egoísmo e inoportunidad como la cacerolada de la otra noche mientras hablaba el Rey.

Amancio Ortega es digno de imitación. Como, en la grandeza de las mucho más reducidas dimensionmes de sus negocios, da una cierta ternura leer que los diseñadores de moda flamenca, tan perjudicados por el aplazamiento de la Feria de Abril, se han ofrecido para hacer mascarillas en sus talleres. Y que Lina, la gran y creativa Lina, para hacer batas protectoras para el personal sanitario. Porque no estamos para bromas, pero tiene gracia esto de que del arte de los volantes pase mi admirada Lina al altruismo de las batas contra el dichoso virus que nos tiene en virtual estado de guerra. Y nuclear, encima.

 

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