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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de abril de 2020
                               
 

España a media asta

En Ifema, donde el mayor hospital de campaña que vieron los siglos, un piquete militar, rindiendo los honores de ordenanza debidos a la enseña nacional, acudió a arriar a media asta la bandera de España. Pablo Casado apareció con corbata negra en su más que justificadas críticas a la entrega de Sánchez en los brazos bolivarianos de Podemos para aprovechar la crisis para promulgar decretos económicos a la venezolana, sin el menor control parlamentario y sin consultar siquiera a los partidos de la oposición y a los agentes sociales. Hasta esa bandera a media asta en Ifema primero y en la Puerta del Sol después, con el luto oficial decretado por Díaz Ayuso, y hasta esa corbata negra de Pablo Casado, aquí hasta ahora no se le ha rendido el menor tributo de memoria y respeto a los muertos por el Covid-19. Sólo se ha hablado de estos muertos cuando ha fallecido un famoso, un noble, un artista. Me ha recordado aquella historia de la vieja prensa provinciana que informaba de un espantoso accidente ferroviario: "Afortunadamente, todos los muertos en el accidente viajaban en tercera clase".

Sí, han sido hasta ahora como muertos de tercera los fallecidos en la pandemia del coranovirus. No han sido siquiera un número en una estadística. Se le ha prestado más atención al número de personas contagiadas por el mal y a la evolución de la extensión de la pandemia por las autonomías que a la terrible cifra de muertes en toda España, ya cerca de ocho mil. En todo caso, se ha hecho truculencia y amarillismo informativo con las funerarias de Madrid colapsadas y con la llegada de los féretros al Palacio de Hielo, convertido en morgue de emergencia. ¿Es que nos hemos querido olvidar de que el virus mata, y a miles, a los españoles? Se han dado las cifras de decenas de muertos en una tacada en las residencias para ancianos como si se informara de la llegada desde la China de un avión con las ansiadas mascarillas y equipos de protección para el personal sanitario que lo está dando todo a cambio de nada. Sí, cuando fallece una médico o una ATS que estaba en primera línea de frente de esta batalla, o alguien muy conocido en el mundo de la actualidad es cuando únicamente recordamos a las mayores víctimas de esta pandemia, que son los que están perdiendo la vida en ella, y que hasta ahora, sin banderas a media asta, sin luto nacional, sin corbatas negras, eran como simples cifras de una estadística para ser comparadas con Italia o con Alemania.

Si siempre es terrible la muerte, más en las actuales circunstancias. No sólo dejan solos a los muertos en sus últimos momentos en los hospitales donde están ingresados, prohibida la presencia de familiares por la dictadura del protocolo médico, sino que nos estamos olvidando de ellos en los partes diarios de guerra de los avances y retrocesos del frente de la batalla contra el coronavirus. Ha habido ya cerca de ocho mil españoles muertos y, como no salimos a la calle, no hemos visto ni un solo coche fúnebre camino de una incineración o una inhumación, en la soledad inhumana de los velatorios y funerales prohibidos, las iglesias cerradas para que nadie pueda ser enterrado en sagrado. ¿Como perros? Pues es duro reconocerlo, pero sí: varios miles de españoles están muriendo como perros en esta maldita crisis del año bisiesto. Ni podemos ir a dar un abrazo de ánimo y compañía a la familia que ha tenido una de estas pérdidas, e insisto que en España son ya cerca de ocho mil. Estamos haciendo verdad el verso de Bécquer: "¡Qué solos se quedan los muertos!". Y lo estamos ampliando: porque más solos todavía se quedan los familiares que han perdido a un padre, a una madre, a un hijo, a un hermano, a quien no pueden acompañar en sus últimos momentos. Son fríos números de estadísticas. Menos mal que han puesto ya las banderas a media hasta, hay luto oficial y alguien se ha puesto la corbata negra.

 

 

 

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