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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de abril de 2020
                               
 

Sin carráncanos

Esta vez no ha habido polémica, si se celebraba o no, si salía a la calle, a la desierta calle, o no salía. Esta vez se ha suprimido la tradicional Procesión de Impedidos de la Hermandad Sacramental del Sagrario, la que lleva el Santísimo a los enfermos e impedidos de la feligresía para el cumplimientto pascual, y apenas nadie ha dicho nada. El Domingo de Quasimodo, también llamado Dominica in Albis, se ha quedado así, "in albis", en blanco, como su mismo nombre indica. ¿Por qué se llama así? El nombre completo es "in albis vestibus depositis», cuando los neófitos bautizados en la Vigilia Pascual asistían en este segundo domingo de Pascua a la santa misa habiendo ya depuesto sus vestiduras blancas, recibidas aquella noche en que renacieron a la vida eterna y que habían vestido durante toda la octava. Como lo de Quasimodo no es por Notre Dame, sino porque era la primera palabra de la antifona del introito: "Quasimodo geniti infantes, alleluia: rationabiles, sino dolo lac concupiscite, alleluia". O sea, "como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura".

Quédense, pues, con lo que quieran, con el Domingo de Quasimodo o con la Dominica in Albis. Que así nos hemos quedado, in albis, sin una de las más hondas y auténticas tradiciones de la primavera sevillana. La que los antiguos de la parroquia el Sagrario llamaban "La Majestad en Público": la procesión para llevar a Jesús Sacramentado a los enfermos e impedidos de la feligresía. Con estampas bellísimas en algunas ocasiones, como una que hasta está pintada en el XIX y se repitió hace unas décadas, cuando la Procesión de Impedidos entró en los Jardines del Alcázar, que pertenecen a la feligresía del Sagrario, para llevar la comunión a un jubilado empleado del monumento que en uno de aquellos pabellones vivía.

Con La Majestad en Público del Sagrario se inaugura verdaderamente una primavera sevillanísima y nuestra, lejos de los tópicos, seria, sentida. Recorre las dos mitades de la feligresía del Sagrario, Jano que si por una cara, por la de la Avenida, pertenece a una gran ciudad, por la otra, por la calle San Diego, por Malhara, por Techada, es como de un pueblo. Una Sevilla íntima la que cada Dominica in Albis se echa a la calle de la primavera por las calles céntricas o popularísimas de barrio, lejos de los tópicos de todo lo contrario; una ciudad nada jacarandosa, aunque el morado de las jacarandas, por cierto, esté por florecer de un momento a otro.

Suena antigua Sevilla en la procesiòn solemnísima de chaqués y faroles de mano de la Sacramental, con Su Divina Majestad bajo palio y con una banda tocando viejos himnos eucarísticos que el pueblo se sabe y entona, como el "Cantemos al Amor de los amores", que tiene más de cien años, pues fue el oficial del Congreso Eucarístico de Madrid de 1911. Esa marcha a banda, como "Triunfal", como "Corpus Chisti", dan un sentido sevillanísimo a esta procesión que, ay, fue suspendida ayer. Con sus carráncanos por delante. ¡Cómo es Sevilla! Me parece que debo de ser, quizá con don Álvaro Pastor Torres y cuatro gatos más, el único bicho raro que haya echado ayer de menos a los carráncanos del Sagrario con sus gorros metálicos y su sacramental cera roja, los que acompañan con su hermandad tantas solemnidades catedralicias. Es mucho todo lo que ya nos hemos pedido en esta primavera insólita de lazo negro y luto. No sólo la Semana Santa y la Feria, o el Rocío. Tampoco tendremos Corpus, ni escaparates adornados con motivos eucarísticos. Ni muchas procesiones de gloria del Mayo Mariano que marcan a Sevilla como Tierra de María Santísima. Como me parece que tampoco vamos a tener este año procesión de la Virgen de los Reyes. Este año nos vamos a quedar sin carráncanos, que siempre abren los cortejos más nuestros y tradicionales de la Catedral o de mi natal parroquia del Sagrario (de ahí la etimología popular de que son "los que arrancan" en la procesión). No ha habido carráncanos en La Majestad en Público del Sagrario, como no los habrá quizá ni en el Corpus ni en la Virgen de los Reyes.

 

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