ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  14 de mayo  de 2020
                               
 

Pañuelo naranja para los bares históricos

Esto es como en las películas de amor (malas), cuando la muchacha sorprende al muchacho con la otra y aunque le da todo tipo de explicaciones que medio la convencen, al final la traicionada acaba perdonando: "Pero ya nada será lo mismo... " Saco esa impresión cuando leo el negro panorama que espera a los bares históricos y tradicionales sevillanos con la aplicación de las medidas de higiene de la mal llamada "nueva normalidad", que de normalidad no tiene nada. ¡Normalidad era como estaban antes de que nos cayera esta desgracia en la que cada día nos da más miedo la situación económica y un Gobierno que quiere acabar con el Estado de Derecho que la evolución de la epidemia!

La clave me la ha dado, y desde Baviera, mi nieta Ana, que es casi más sevillana que alemana, y que por culpa del Covirus se perdiò su Semana Santa, su silla de pedir cera, sus admiradas cofradías de los amigos, como los caramelos que le da Rogelio Gómez Trifón en cuanto la ve desde la delantera de la Piedad del Baratillo. O aquel anónimo nazareno del Gran Poder que una Madrugada le dio un caramelo. Y como Ana sabe de Sevilla y está en sus claves como si viviera aquí y no confinada en Munich y con las fronteras alemanas cerradas, cuando aquel nazareno del Señor le dio el caramelo, me dijo, en una lección de sevillanidad:

-- ¡Fíjate, es del Gran Poder y me ha dado un caramelo!

Hablo con Ana casi todos los días y nos contamos las aflicciones de ambos países, de su Alemania y de nuestra España. Yo no sé cómo, quizá por su lectura en los archiperres de las nueva tecnologías, pero Ana está casi más al tanto de lo que pasa aquí que muchos de los que viven en Sevilla. Y comentando que ya había empezado la Fase 1, pero que casi nadie había abierto, me comentó con sevillanísima palabra, porque habla un español mejor que su alemán materno o su inglés vehicular del colegio:

-- Pero con esos arrempujones que hay para llegar a la barra o para coger una mesa, ¿cómo van a aplicar esas medidas del distanciamiento social en Casa Morales?

"Arrempujones": qué palabra tan nuestra. Pero, ay, qué antigua se va a quedar con la aplicación de las normas del Gobierno, que parece que está haciendo todo lo posible por cargarse nuestra economía y nuestras empresas y que todos, a la venezolana, tengamos que depender de una paguita del Estado. No se me han quitado de la mente esos "arrempujones" en los bares históricos cuando leo el calvario que están pasando y que van a tener que pasar. Por ejemplo, lo de Casa Ricardo. Oyes a Ricardo Núñez, pontífice máximo de las croquetas y oficiante mayor de la cocina sevillana de Cuaresma, y te echas a temblar. O a soñar. A soñar en lo que fue Casa Ricardo, cuyo futuro ni el mismo dueño se aventura a adivinar, pero que igual, ay, ya no será. ¿Cómo mantener esas mínimas cinco mesas, tan blancas como túnica de San Gonzalo, entre las paredes tapizadas de fotos cofradieras? ¿Cómo hacer permanecer ese castizo bullicio de la barra, con sus clásicos "arrempujones" que dice mi sevillanísima nieta Ana, que aunque nació en Zurich es más del Arenal que su abuelo? Yo, la verdad, no me imagino la barra de Casa Ricardo con mamparas entre ración de croquetas y ración de croquetas. Eso no es una solución. Eso es una aberración. Hay bares sevillanos, y Casa Ricardo es uno de ellos, auténticos monumentos históricos populares, que deberían estar exentos de su desfiguración por razones del Covid. Como El Rinconcillo, donde la benemérita familia Rueda tampoco lo tiene claro. Lo que en 350 años no cerró ni la francesada ni la guerra civil lo ha clausurado el Covid. Y las soluciones de las que hablan te dan pavor. Yo no sé cómo el coronel de los Soldaditos de Pavía no se ha alzado ya en armas contra la destrucción del ambiente singularísimo de este trozo de Sevilla. Dicen que las tapas se mirarán por QR, que es un invento infernal de los teléfonos móviles. ¡QR en El Rinconcillo! ¡Lo que faltaba! Adiós al ilustre màrmol de sus 11 veladores, que tanta Historia de Sevilla atesoran. Y adiós, ay, a la barra. ¿Se imaginan al Rinconcillo sin barra? Por eso insisto en las razones históricas. Yo saco mi pañuelo naranja para que este Gobierno que se quiere cargar nuestra economía indulte al menos a los bares históricos de Sevilla como los bienes de interés cultural que son.

 

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