ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de mayo  de 2020
                               
 

Defensa de la barra de bar

Han defendido hasta a las autoescuelas, que se dejaron fuera de las medidas de la Fase 2 de la "desescalada" del Estado de Alarma, y como el Gobierno acierta cuando rectifica, ya las han entrado. Pero nadie ha defendido a la barra de bar, la gran olvidada, la preterida, la perseguida hasta el torno de la cocina, en las distintas fases en las que se levantaba la veda del confinamiento contra la hostelería como fuente de riqueza. Nada más que han indultado a las terrazas y a los veladores, no a las barras. Bueno, han hablado, si: para lo mismo de aquella historia del presidente Lincoln, al que al salir del servicio dominical de su iglesia le preguntaron de qué había hablado el pastor. Y contestó:

-- Del pecado.

-- ¿Y qué ha dicho?

-- Que está en contra.

Lo que han decidido sobre las barras de los bares esos expertos que no conoce nadie y que están diciendo qué se puede abrir y qué debe permanecer cerrado, produciendo paro, miseria y ruina en cada una de las fases de la "desescalada", ha sido como lo del Lincoln y el pecado:

-- ¿Han dicho algo en la Fase 2 sobre las barras de los bares?

-- Sí.

-- ¿Y qué pone?

-- Que no se pueden abrir. Que todo tiene que ser en las mesas, en los veladores de la terraza o en las mesas del interior. Que nadie se puede acercar a la barra en los bares, como si dieran calambre. El supuesto experto que ha hecho esta discriminación contra la barra sabe de los bares de Sevilla lo que yo de Física Cuántica. Ignora que la barra es la que da nombre español al anglicismo "bar", que en inglés significa precisamente eso, "barra". Y que define bien claramente el DRAE. Los académicos de la Española se han debido de pasar horas y horas acodados en la barra de un bar. Definen al bar así: "Local en que se despachan bebidas que suelen tomarse de pie, ante el mostrador." Lo dejan bien clarito: "Que suelen tomarse en pie, ante el mostrador". Escribo "mostrador" al hablar de las barras y me suena Cádiz en un pasodoble de chirigota histórica, "Los enterradores del siglo XX", de Cárdenas, Peñalver y El Noly: "Mostradores de la Viña,/mostradores de mi barrio,/cuántas veces se han posado/ sobre ti unos nudillos,/para usarte de pellejo/y cantar cupleses viejos,/pasodobles y estribillxo". Pues nada: ni en los mostradores de los bares de Sevilla las viejas tradicionales tizas te pueden ir haciendo la cuenta de la consumición, ni en los mostradores de Cádiz pueden los nudillos hacer el compás del Tres por Cuatro bueno. Como "¡a las barricadas!", "¡a los veladores!". Dentro o fuera. Al 50 por ciento de las mesas que había fuera o al 40 de las que hay dentro. Y la barra, más sola que la una, prohibida. Cuando era lo más fácil: no apretarse, como antes, sino distanciarse en ella para evitar contagios.

Tan importante es la barra, que la tiene hasta el gongorino "gran rey de Andalucía", el río Guadalquivir, que antes de llegar a la ancha mar se toma el hombre su copita de manzanilla en la Barra de Sanlúcar. Barras históricas, que están en el escudo del Reino de Aragón. Las barras de los bares de Sevilla no tienen que envidiable nada a las reales barras de Aragón. Las barras son la esencia del bar en Sevilla, no los veladores, su complemento. Y las normas contra el Covid han dejado fuera a todos los bares clásicos que son barra pura. ¿Qué daño hacía desconfinar y liberar la larga barra de Casa Vizcaíno, o de tantos bares históricos? Hasta en las bodas los copian, con lo de la "barra libre". Que podría ser el grito de nuestra defensa de la barra de los bares: "¡Viva la Barra Libre!". Porque los que han ido de esta manera contra las barras desbarran contra la esencia misma de los bares de Sevilla. Barras que son ágoras de la amistad, de la conversación, del buen beber y del buen vivir. Y de cómo ha quedado el Betis.

 

 

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