ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de septiembre  de 2020
                               
 

Los valientes de septiembre

Pues esta vez la realidad no ha imitado al arte y ha desmentido a la canción: cuando llegue septiembre, y ya ha llegado, no todo será maravilloso. Sino todo lo contrario. Cuando nos fuimos de vacaciones, antes de los rebrotes de la segunda ola del Covid, con datos algunos días iguales o peores de las más aciagas jornadas de marzo, nos creímos que a la vuelta, abiertas las fronteras, borrada España de la lista negra de países con riesgo de visita, reanimada la economía, todo iba a ser distinto. Eso sí, con el temor de esa segunda ola o rebrote que decían que venía para el otoño y se adelantó de una manera preocupante, mientras el presidente Sánchez largó el mochuelo del control de la situación a las autonomías con el palabro nuevo de "cogobernanza" y España, como se ha dicho, estaba in nadie al timón. De forma que muchos días daban ganas de llamar a La Moncloa y decir:-

--¿Hay alguien ahí?

No, no lo había. El que tenía que estar al pie del cañón andaba aún de vacaciones en La Mareta o en Las Marismillas de Doñana, fumigado naturalmente contra los mosquitos tigre que hicieron su mortal vuelo rasante sobe La Puebla y Coria. Sí, nos faltan cuatro para tener la colección completa de las siete plagas de Egipto: la pandemia, el mosquito tigre matando gente con el virus del Nilo y el fuego más pavoroso que vieron en la sierra de Aracena, en las aldeas de Almonte la Real y Zalamea.

Y a pesar de que septiembre no empieza siendo lo que teníamos la esperanza de que fuera, los hay valientes. Hay que echarle valor a tal como están las cosas volver a abrir hoy los bares clásicos o contemporáneos cerrados desde el comienzo del Estado de Alarma, dando el personal de baja en los ERTE, echando las cuentas y subiendo la persiana aunque sea a pérdidas. Son los valientes de septiembre. No quiero que se me olvide ninguno, por eso no los cito todos, sino que pongo los ejemplos de la Bodeguita Romero, Casa Trifón, Casa Moreno, la Abacería de San Lorenzo. Eso es lo que hace falta. Que se anime el centro, haya turismo o no lo haya. Que pasees por el centro y no se te caiga el alma a los pies viendo tantísimo local comercial cerrado, muchos de ellos para siempre. Cambiando el verso de Cernuda podíamos decir que "el centro es un desierto que ríe mientras canta". Y no creo que cerrarlo a la circulación y aplicarle la máquina de estrechar calles, como opinan muchísimos valientes comerciantes que aguantan y resisten, sea la mejor forma de ayudar a su vuelta a la vida, fracasado por el Covid el modelo de Parque Temático que nos trajo sus gallinas de los huevos de oro. Y sobre un horizonte de suspensiones más preocupantes todavía, ya para 2021, haya vacuna o no, como el Carnaval de Cádiz o la Cabalgata de Reyes Magos de Higuera de la Sierra, la más antigua de España. Y nadie piensa en la Semana Santa de 2021, porque estamos convencidas de que tampoco saldrán las cofradías, y que Julio Cuesta se quedará por segundo año con el Pregón escrito y sin pronunciar, que se me ocurre pensar en lo de El Maravilloso, Juan Belmonte y el 18 de Julio:

-- Todo esto lo han liado los chinos para que Julio Cuesta no dé el pregón de la Semana Santa.

¿Y los valientes de la educación infantil, los niños más pequeños de las escuelas que hoy van al colegio? Valientes los padres y valientes los niños. Y más después de la excepcional ocasión que el consejero de Educación, Javier Imbroda, ha perdido para haberse callado y no haber dicho solemnemente: «El riesgo cero no existe, habrá casos de coronavirus en los colegios seguro».

-- ¡Pues vaya tranquilidad y confianza que nos da el consejero a los padres!

Y en esta ocasión no se soluciona el asunto llamando a la UME, como cuando hacen falta rastreadores para comprobar que gran parte de la que tenemos encima se lo debemos a los niñatos de las botellonas y las fiestas, esa que decían que era "la juventud mejor preparada del mundo" y que es la culpable, sin mascarillas, sin distancias, sin responsabilidad, sin civismo y sin vergüenza de que hayamos vuelto a estas cifras tan preocupantes y más en Andalucía, que estaba divinamente cuando el resto de España batía las marcas de los peor y ahora es al revés.

 

 

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