ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de septiembre  de 2020
                               
 

Un moreno ofensivo

No sé si se han fijado, pero en este raro verano que estamos ya medio acabando entre todos los temores hemos echado en falta algo que era habitual al terminar agosto: ver a la gente en general muy morena tras las vacaciones en la playa. Los más expertos en moreneces hasta podían distinguir los tonos, intensidades y orígenes del bronceado de la piel. Había un moreno Marbella, y un moreno Benidorm, y un moreno casa de la sierra, y un moreno de crucero de gañote en el yate de un amigo rico. Y hasta algunos morenos que no tenían nada de ese color, sino rojo salmonete de alemán con sandalias y calcetines negros tras una semana en el turismo de borrachera de Palma de Mallorca. Del Rey abajo, que traía Su Majestad un moreno de campeonato de vela, todo el mundo lucía su bronceado, con más o menos horas de exposición al sol, algunos como los lagartos tras las pitas.

Pero este año no hay tanto moreno. Es una cifra que podría darse, y alarmaría: la cantidad de caras blanquecinas que se ven por ahí, como si no hubiese habido verano ni los que antiguamente llamaban "baños de sol". De gente que por razones económicas no se ha podido ir de vacaciones, lo que responde a esos números alarmantes de la ocupación de los hoteles de playa no ya en los sitios antes llenos por los turistas extrajneros, sino en esas otras en las que sólo había españoles. No, por las mascarillas no puede ser esta blancura facial que tenemos los españoles tras las vacaciones de verano. La mascarilla, igual que aquel "moreno Agromán" de sólo los brazos bronceados, hubiera en todo caso aunque sólo fuese la frente, con esa imagen de prosperidad y buen veraneo que da lucir al final del verano una elegante oscura pigmentación de la piel.

Pero ha habido un moreno ofensivo de un señor al que parece que no ha afectado nada de esto, como si nada hubiera ocurrido con la letal pandemia y con sus graves consecuencias económicas y sociales. Me refiero al moreno de Sánchez, que no se ha perdido las vacaciones en los más exclusivos enclaves de las propiedades del Patrimonio Nacional, gratis total, y que mientras los españoles pasaban los miedos del milenio y las fatigas negras, estaba tan ricamente sin ocuparse de nada, habiendo largado el mochuelo de las responsabilidades a las comunidades autónomas. Es ofensivo ese moreno La Mareta y moreno Marismillas que luce Sánchez. Ni el Rey Don Felipe tiene esa color, porque ha estado en Marivent cavando los tomates, con la agenda llena de actividades oficiales, y no tumbado a la bartola, ora en Fuerteventura, ora en Doñana. Donde se gastaron no sé cuántos miles de euros en mosquiteros ante el peligro de los del encaste tigre que traen la fiebre del Nilo y donde me imagino que han fumigado antes aquello mucho mejor en la orillita del Guadalquivir de Coria, de La Puebla y de Los Palacios y sus muertos por la picadura del mosquito tigre.

Ahora, un señor morenísimo, con cara de haberse pegado el veraneo del siglo, con las manos lavadas no con el gel contra el Covid, sino en la palangana de Pilatos, nos pide unidad. No dice unidad para qué ni en qué. Se lo pide a los presidentes de las empresas del Ibex 35, ninguno de los cuales luce ese moreno de millonario, se lo pide a los partidos. ¿Unidad para qué? Ah, para apoyarle en los presupuestos. Pero sin que nadie haya visto todavía un solo papel al que haya que apoyar con esa unidad, como señalaba ayer mi dilecto vecino Ignacio Camacho. "Unidad" así, a secas, me suena totalitario, a cabecera del diario que la Prensa del Movimiento editaba en San Sebastián. Y lo que más gracia me hace es que pida unidad quien al final sacará adelante sus presupuestos con el voto de los separatistas vascos y catalanes que quieren romper, o dan ya por rota, la unidad de España.

 

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