ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de septiembre  de 2020
                               
 

Carmen Laffón o la delicadeza

La coincidencia de varias exposiciones de sus obras ha determinado que, de hecho, Sevilla le dé un merecido y justo homenaje colectivo de reconocimiento a Carmen Laffón. Digo como en la cancioncilla infantil del "¿cómo planta usted las flores?": así me gusta a mí; los homenajes, en vida. Que olvidemos la invariante envidiosa costumbre de Sevilla de reconocer los méritos sólo tras la muerte , y destaquemos la importancia de nuestros paisanos. Y en vida, como gozosamente está Carmen Laffón viviendo estos días de proclamación de su figura y de obra con toda la importancia que tiene y ha tenido en nuestro tiempo. Que no le pase como a Rafael Montesinos, que sólo ahora, cuando se cumple el centenario de un nacimiento en la becqueriana calle Santa Clara, se le reconoce su amor por Sevilla, sugrandeza, como se le hizo cuando estaba ya muy enfermo y parecía que proclamaba la verdad (y otras dudas) de los versos que ahora perpetúan el mármol que guarda sus cenizas en el cementerio de San Fernando: "He vivido cuatro dìas./Tres no fueron sevillanos./Llevadme a la tierra mía".

La tierra de Carmen Laffón la trae, sí, pero en volandas de proclamación como nuestra mayor pintora de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos de XXI. Inconfundible. Tiene Carmen Laffón, como todos los grandes artistas, un sello inconfundible en sus obras. Ese sello no se compra en los estancos ni lo ponen en las escuelas de Bellas Artes. Es el sello de la personalidad, del estilo propio.

Cada vez que veo un cuadro de Carmen Laffón me acuerdo de Belmonte. ¿Y qué tiene que ver Carmen Laffón con Juan Belmonte, se preguntará usted, aunque pintara uno de los carteles más personales y originales, como una muñeca rusa, un cartel dentro de otro cartel, para la serie de "Toros en Sevilla" de la colección que pian, piandito va haciendo la Real Maestranza de Caballería con los más señalados autores internacionales de nuestra época, aunque yo le dedique mi anual y tradicional artículo del mamarracho? Pues les diré qué tiene que ver Carmen con Belmonte. Decía Belmonte: "Se torea como se es". Y viendo cualquier cuadro de Carmen Laffón, piensa uno: "Se pinta como se es". Cuadros inconfundibles, de sus interiores de Sevilla, del paisaje de su ciudad, de las azoteas, de los cielos, de los horizontes de La Jara en su Sanlúcar de Barrameda de su alma. Lo que Carmen Laffón pinta sólo puede ser de ella. Por su delicadeza, por su ternura, por su como velado sueño de la realidad. Ha dicho: «El Guadalquivir es el río de Sevilla, mi ciudad de nacimiento, que me lleva a Sanlúcar de Barrameda, mi otra ciudad, donde comencé a pintar y a soñar». A veces pensamos que La Jara es un sueño de Carmen Laffón, pintado con su delicadeza, y que Dios creó la desembocadura del Guadalquivir sólo para que Carmen Laffón pudiera pintar su luz. Con el frescor y la transparencia de la manzanilla nueva. Carmen Laffón es dulce como la uva de las viñas de Sanlúcar; ay, sus viñas. Y aun estando en todas las alineaciones de lujo de los autores lanzados por Juana Mordó, lo mejor de la pintura española de su época, como Manuel Millares, Antonio Saura, José Luis Mauri, Lucio Muñoz, Eusebio Sempere, Manuel Hernández Mompó, Pablo Palazuelo, Gustavo Torner, Fernando Zóbel y Antonio López, como Carmen Laffón es mujer de viñas sanluqueñas de La Jara, nunca se subió a la parra del engreimiento como tantos vainas pintamonas, aun siendo académica de Bellas Artes de San Fernando y recibido todos los reconocimientos, como ahora este que le estamos ofreciendo en su Sevilla.

Es lo que tienen los grandes: que no se dan importancia. E incluso dudan cuando se la dan otros. Se ruboriza Carmen Laffón cuando se le habla de una de sus obras. Y es dulce como la uva moscatel de su viña de la casa de La Jara, que cuida como un jardín, con la línea del mar siempre a lo lejos, como un fondo de cuadro cargado de cuanto es, de cuanto siente, de esa ternura y esa delicadeza, casi en un anonimato del que es muy difícil sacarla. Y es lo de Belmonte, que también podría ser el título de un grabado de Goya: "Se pinta como se es". Y Carmen Laffón va como pidiendo perdón por ser Carmen Laffón y por pintar como es. Como la mar en La Jara.

 

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