ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  28 de septiembre  de 2020
                               
 

El Arenal de Vicente Ramos

En la casa de la esquina de la calle Antonia Díaz con Velarde, donde luego puso Antonio Donaire su muy taurino restaurante Puerta Grande, había una placa de bronce, desgastada y enverdecidas sus letras por tantas limpiezas con sidol, que decía: "Vicente Ramos. Pulmón y corazón". Allí vivió de niño el muy caballeroso Vicente Ramos Girón, que licenciado en Medicina como su padre, se dedicó a su misma especialidad de la Cardiología. Ahora que se nos ha ido a un cielo azul Baratillo, azul Pura y Limpia, tomo el recuerdo de aquella placa de la vieja consulta para pensar que Vicente Ramos era eso: pulmón y corazón de todas las grandes sevillanísimas instituciones del Arenal. Un símbolo de los señores del Arenal, como ahora don Otto Moeckel o en su tiempo lo fue el alcalde don Isacio Contreras. Siempre bien vestido en una ciudad cada vez más zarrapastrosa, de elegantes maneras, atento como pocos, abierto a la amistad y a la ayuda siempre, Vicente Ramos encarnaba con su caballerosidad a todas las instituciones, a cuál más sevillana, que representan al Arenal.

Vicente Ramos era parte fundamental de la Hermandad del Baratillo, en la que de muchacho limpió toda la plata de los preparativos de la salida, en la que luego, entre 2002 y 2005, llevó el Miércoles Santo la dorada vara de hermano mayor, tras haber pasado muchos años como hombre clave en la junta. La verdad es que a Vicente Ramos le pegaba más ser de La Carretería que del Baratillo, en el Scila y Caribdis de los dos modelos y las dos estéticas de cofradías del barrio. Daba igual. Sabías que Vicente Ramos, era tan símbolo del barrio, con su prognata barbilla a lo Fernando VII, con su siempre atildado atuendo, con sus buenas maneras. Perteneció y trabajó por todas las instituciones que le dan carácter único a nuestro barrio. Suya fue la idea de aumentar el hermanamiento de la cofradía del Baratillo con la Real Maestranza de Caballería, frente a cuya plaza de los toros había vivido de niño tantos años y en cuyos tendidos era de esas caras habituales que nos hacen decir al día siguiente de una corrida:

--Ayer no te vi en tu sitio en los toros.

Su sitio era la Sevilla que definió Unamuno. Sí, era un sevillano "fino y frío". Finísimo. Como todo el poso de Historia que encierra ese barrio de tantas instituciones. Vicente Ramos a la fuerza tenía que ser mucho de la Pura y Limpia del Postigo, la capilla que, como el Santísimo en San Onofre, nunca se cierra; un trozo de cielo en casi una accesoria; "los cien gramos de Catedral mejor despachados". No había culto a la Pura y Limpia donde no viésemos, novena en Santa Marta o procesión por Almirantazgo, a Vicente con su medalla del cordón celeste y blanco de la hermandad.

Y su trabajo en el Consejo de Cofradías como delegado del Jueves Santo. Y en la Sacramental del Sagrario, esa como Real Maestranza a lo divino, que reúne a los caballeros que rindieron pleito-homenaje a Su Divina Majestad. Vemos ahora a Vicente con su bien cortado chaqué, en el Corpus, llevando uno de los faroles que acompañan al Santísimo en la Custodia. O por esas otras grandes instituciones que son los bares, en La Flor de Toranzo con su hermano baratillero Rogelio Gómez, en el bar de Ventura cuando era alguacillo de la plaza, en el Bar Taquilla, en la esquina de Los Ángeles, que son los que traen a Sevilla el tocino de cielo.

Como no podía ser de otra forma, Vicente Ramos ha sido velado y enterrado en otra gran institución, en la Hermandad de la Santa Caridad. Lo vemos ahora en lejanas mañanas con su cirio azul y su libro de oración, en el entierro que muchos otros que se fueron y que habían servido, como el Venerable Mañara, a "nuestros amos y señores los pobres". Al Arenal se le ha ido mucho con Vicente Ramos. A sus amigos, un espejo donde mirarnos para continuar en el culto a las más certeras y hondas verdades de Sevilla, en el mantenimiento de las formas como expresión del fondo de verdad de la ciudad. Fuiste pulmón y corazón de tantas cosas de nuestro barrio, querido Vicente Ramos, que cuando suene la esquila de los carráncanos en el Corpus echaremos de menos la luz eterna que ganaste con tu farol junto a la Custodia.

 

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