ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  10 de octubre  de 2020
                               
 

Naranjitos en la Avenida

Ahora va a resultar que es todo un símbolo que cuando peatonalizaron la Avenida de la Constitución para poner el tranvía (que va de ningún sitio a ninguna parte) y realizaran el arboricio mayor de los muchos que se han cometido en Sevilla, plantaran naranjos. Pero unos naranjos muy gordos y retotolludos, con unos troncos que parecen monstruos de cuentos infantiles en películas animadas y sin que, de momento, se les haya visto esas naranjas amargas callejeras que tanto sorprenden a los turistas japoneses, que se hartan de Havre fotos de ellas. Bueno, cuando había turistas y sobre todo turistas japoneses en grupos caminando en fila de a dos, tras la banderita o el paraguas abierto de un guía

Los naranjos de la Avenida no tienen nada que ver con los clásicos de las calles de Sevilla que entusiasman a propios y extraños cuando se acerca la primavera, se ponen en flor y ya huele a Semana Santa. Aunque este año, ay, la vamos a oler, pero no la vamos a catar por segunda vez con cofradías en la calle. Los naranjos verdaderamente sevillanos, con todos los marchamos de garantía hispalense, son los de los dos patios a los que dan nombre: el Patio de los Naranjos de la Catedral y el Patio de los Naranjos de la iglesia del Salvador

Pero sean como fueren, los naranjos de la Avenida vienen muy bien como símbolo de la gobernación (o "gobernanza", que se dice en Tertulianés) de la política autonómica andaluza y municipal sevillana. Como saben, el naranja es color corporativo del partido Ciudadanos. "El partido naranja", lo llaman muchos, que se acuerdan incluso de aquel Naranjito que fue la mascota del Mundial de Fútbol de 1982 que se jugó en España y que "acolapsó" La Palmera de sambas con los brsasileños que seguían a su selección y que jugó en el remozado campo del Betis.

Los naranjos de la Avenida han impuesto en la política el color del partido que representa, en una dualidad que muchos no comprenden. En la cena del premio Romero Murube se lo dije a Juan Marín, vicepresidente de la Junta con el partido naranja:

-- Es muy curiosa la situación que su partido ha determinado en Sevilla. Te pones en la Avenida de la Constitución y mirando hacia el río, en un extremo, Ciudadanos gobierna en San Telmo con el PP. Y ahora, al otro extremo de la misma Avenida, mirando hacia La Campana, Ciudadanos apoya en el Ayuntamiento al alcalde del PSOE don Juan Espadas para los presupuestos y todos los grandes planes de futuro de Sevilla.

Con una sonrisa, me respondió Juan Marín:

-- Eso demuestra que somos un partido bisagra de verdad.

Cábalas de candidaturas a la Presidencia de la Junta y a la Alcaldía al margen (esas elucubraciones que se llevan tanto en estos días hacer entre quienes creen tener la llave de los secretos de los partidos de la política autonómica y municipal), la verdad es que a muchos nos ha tranquilizado que Espadas haya pactado con Ciudadanos y se libre de la tiranía de Podemos, que en el Ayuntamiento responde al apodo de Adelante Sevilla, y que ha tenido al alcalde durante mucho tiempo cogido por los ya me entiendes y le ha forzado a tomar decisiones radicales y extremistas muy distintas, incluso contrarias, al carácter conciliador y abierto que en todo el comienzo de su mandato encontrábamos en don Juan Espadas. El pacto de Espadas con Ciudadanos en el Ayuntamiento, pues, más que como una ayuda o una preparación para su candidatura a la presidencia de la Junta (como dicen algunos) lo interpreto como una tranquilizadora liberación de la dependencia de Podemos en la política municipal. Los extraños árboles de la Avenida que miran a la Casa Grande de San Francisco tiñen de color naranja la continuidad de la estabilidad política de los dos grandes partidos, PP y PSOE, en San Telmo y en el Ayuntamiento.

 

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