ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  15 de octubre  de 2020
                               
 

Economía de guerra

No nos damos cuenta, porque vemos las terrazas llenas y los restaurantes con todas sus (reducidas) mesas ocupadas. En el puente de Hispanidad el centro se llenó de gente. Pero Sevilla, como España entera, tiene encima una crisis tan importante y profunda, y estamos contrayendo unas deudas públicas tan descomunales, que terminarán de pagarlas nuestros nietos. Seguimos un poco la política de "el que venga atrás, que arree" y aquí se gasta el dinero público en asuntos que no son la ayuda al remonte de la economía y al pago de los costos sanitarios que está teniendo la pandemia, lo que nos recuerda "la ciudad alegre y confiada" de Jacinto Benavente.

Lo que hay que hacer, lo que hay que animar, es lo que ha logrado Persán en su acuerdo con Unilever, que la ha convertido de hecho en una multinacional sevillana, y que asegura la creación de riqueza y la confirmación y quizá ampliación de muchos puestos de trabajo estables. Ese es el objetivo, y no esto de que abres cada día el ABC y te encuentras con que el Ayuntamiento anuncia gastarse tanto y cuanto en obras absolutamente prescindibles, gigantescas muchas de ellas, para lo que no estamos en estos momentos. Ya digo que las apariencias de las terrazas llenas engañan, pero aquí, la verdad, deberíamos crear, empezando por la Junta y siguiendo por el Ayuntamiento, una mentalidad de economía de guerra, que pronto habrá de serlo de subsistencia y de ruina, cada vez más generalizada.

¿Cuántos faraónicos proyectos tiene en cartera el Ayuntamiento, mientras no se crea ni un solo puesto de trabajo estable nuevo ni hay perspectiva de que abran negocios que echaron el cierre en los días del Estado de Alarma y no lo volverán a levantar? Nos parece que todavía vivimos del peligroso monucultivo del turismo a cuya medida diseñamos la ciudad de los últimos años, modelo que nos ha fallado con la desgracia mundial, los aviones parados, las fronteras cerradas, los hoteles vacíos, con el Parque Temático en que convertimos el centro abandonado hasta la desolación, léase Cuna y San Eloy e incluso Tetuán. No es hora de que abordemos restauraciones de edificios históricos, aunque ello aumente la obra pública, la construcción y los puestos de trabajo, porque hay prioridades que no se tienen en cuenta. Miedo me dio el otro día ver la lista de edificios históricos abandonados hace muchos años, porque corremos el peligro de que el Ayuntamiento se encapriche con alguno de ellos y ponga en marcha precisamente ahora un proyecto para el que no tenemos posición económica a causa de la profundidad de la crisis que vivimos y aún no hemos empezado sufrir en todo lo peor que nos espera. El Mercado de la Puerta de la Carne, la desamortizada iglesia de San Hermenegildo, la antigua Jefatura Superior de Policìa de La Gavidia, la Fábrica de Artillerìa de Eduardo Dato, la Tabacalera de Altadis en Los Remedios, han estado así muchos años, cuando las vacas gordas del turismo como esplendor y motor de la economía, y no es cosa de gastar el dinero que no tenemos en arreglarlos ahora en plena crisis.

Y al final, pero no lo último, las Reales Atarazanas de las calles Dos de Mayo y Temprado. Que me perdonen mis admirados amigos de Adepa, que tan meritoriamente luchan por la preservación de la ciudad histórica, pero a pesar de su acuerdo con Cultura para reactivar el faraónico proyecto, me parece que ni es el momento ni hay recursos para abordarlo. ¿Que las columnas llegan hasta la cota inferior en que estaban los antiguos astilleros desde tiempos de Alfonso el Sabio? Así han estado desde el siglo XIII, siete siglos, y así pueden estar otros siete, hasta que se remedie la crisis económica. No se den prisa, que no se van a llevar cuanto lleva tantos siglos enterrado en las Atarazanas. Cuando Caixa Forum se retiró de su presencia inicial y se fue a la Torre Pelli, sus razones tendría. Ahora las tenemos más que de peso y de emergencia: insisto en que se impone que los sevillanos nos convenzamos de que debemos tener una mentalidad de economía de guerra. Si no corren buenos tiempos para la lírica, ya te contaré para las obras faraónicas, mientras la ciudad antaño esplendorosa languidece económicamente cada día más.

 

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