ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de noviembre  de 2020
                               
 

El salvoconducto

La palabra, como tantas cosas en estos mal llamados días, estaba prácticamente desaparecida, clásica entre las clásicas, histórica entre las históricas: salvoconducto. Nos evocaba, las pocas veces que se podía leer o escuchar, a lo que habíamos aprendido en las novelas y los libros de Historia, que, recién terminada la guerra de España, en 1939 y años inmediatamente posteriores, exigían un salvoconducto, como un pasaporte de uso interior, para poner desplazarse a cualquier ciudad que no fuese la de nuestra habitual residencia.

Las vueltas que da el mundo, las sorpresas que da la vida. Esta inquietante y preocupante vida, en la que parece que Sánchez hubiera inventado las vacunas anticovid, como Fleming la penicilina. De nuevo hemos vuelto a los salvoconductos de la postguerra, pasaportes para poder movernos por nuestra propia tierra, tras el cierre perimetral de todos los términos municipales de Andalucía y de nuestra región más allá de las fronteras provinciales.

Lo que me extraña es que con la picaresca que se da a pesar de las actuales circunstancias, no hayan surgido los traficantes de salvoconductos falsos, como han aflorado esos organizadores de fiestas y botellones "sin" (sin mascarilla, sin distancias sociales, sin vergüenza ninguna) para burlar las normas. Pero todo el mundo se ha buscado una papela, un justificante, un algo para poder moverse por ese intrincado mosaico que es el Área Metropolitana de Sevilla. Yo no sé cómo se las avían para venir a Sevilla capital los que viven en Montequinto, término de Dos Hermanas, tienen a los niños en un colegio que está en Alcalá de Guadaira y el trabajo un poco más allá de San Jerónimo, oficina que ya pertenece a La Rinconada. Un verdadero rompecabezas. Con el cierre perimetral de los municipios el Área Metropolitana de Sevilla se ha convertido en un rompecabezas con controles policiales, que te cascan una multa del badajo como lleves menos papeles que una liebre y no puedas demostrar documentalmente que tienes que ir a tal o a cual sitio para el currelo o para recoger a los niños del colegio.

Aunque de memoria no recuerde ahora casos concretos, sé que en Sevilla hay límites de feligresías que hacen que, por ejemplo, la acera de los pares de una misma calle corresponda a una parroquia y la de los impares a otra. Eso no es nada si lo comparamos con el Polígono El Manchón, donde no sabes si estás en el término de San Juan de Aznalfarache, en el de Tomares, en Camas o en Castilleja de la Cuesta, todos en un pañuelo que allí confluyen. De ahí que debamos ir con el salvoconducto en la boca. Se da el absurdo de que si estás en Leroy Merlín, que está en el término de Tomares, no puedes pasar sin papeles a la acera de frente para entrar a echarle un ojo a las ofertas de Black Friday del Cortinglés, porque como su mismo nombre indica es el Cortinglés de San Juan de Aznalfarache. Un lío. Claro que esta confusión, hay quien le enseña al policía del control el carné del Betis para poder pasar. Y a veces hasta cuela.

 

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