ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de enero  de 2021
                               
 

Piqueta para Pavón

En este largo, lento y triste Gatopardo que es Sevilla, me di cuenta de que algo más empezaba a cambiar para que todo siguiera igual (de mal) el día en que empezaron a demoler el Equipo Quirúrgico del Prado, que por cierto estaba flamante, con sus quirófanos funcionando, y cuya desaparición nunca nadie explicó ni justificó, cuando tantas urgencias menores descongestionaba de los grandes hospitales. En las vallas de aquel derribo pusieron como fieles ejecutores de la demolición el nombre de una empresa vascongada. Por vez primera eché en falta algo tan clásico, nuestro y, por qué no decirlo, tan macarenísimo como el letrero de "Derribos Pavón". De tanto demoler casas señoriales de marqueses, condeses y duqueses en los peores años de la especulación, y de desmontar escudos con armas nobiliarias en sus blasonadas portadas, al bueno y simpático de Enrique Pavón, el que recibía por todo lo alto a la Centuria Macarena cada Jueves Santo en su casa de la calle Parras al comenzar el recorrido, se le ocurrió diseñar su propia heráldica: una piqueta y una machota cruzadas sobre campo de oro.

Derribos Pavón cierra. También. Aunque no es un restaurante con persiana abajo a las 6 de la tarde ni un bar sin terraza. Después de tirar media Sevilla para construir en el centro algo muchas veces parecido a Albacete con Feria de Abril, Derribos Pavón, en esa pico y esa machota de su escudo, se echa abajo a sí misma, y en ello nos va ni nada más ni nada menos que el recuerdo de su ingenioso y emprendedor creador, Enrique Pavón, el que llevaba lo mejor a sus balcones de Parras para recibir a su Esperanza el Viernes. A Pavón se no le caían los anillos por recordar sus comienzos. Una palabra que pudiera parecer ofensiva "chalán", la mentaba como el honorable arranque de toda una vida de trabajo: "Yo empecé de chalán, vendiendo y comprando trastos viejos en un puesto del Jueves".

Después, mucho después, vinieron sus años de gloria con la piqueta. Cuando en Sevilla ya no había verdugos que dieran garrote vil a los condenados a la pena capital en los amaneceres de Ranilla, Enrique Pavón se echó abajo media Plaza del Duque y parte de la otra media. De ahí que Romero Murube le pusiera "El Verdugo de Sevilla", título que llevaba a gala. De la Casa de los Guzmanes (entonces Almacenes del Duque) a la de Sánchez Dalp, pasando por la de Bucarelli, el Colegio Alfonso X el Sabio, el Patio Sevillano, La Cabaña, el Hotel Venecia o el Cuartel del Duque del Regimiento Soria 9. De su época de chalán del Jueves, a Pavón le quedó su afición casi arqueológica por salvar valiosas piezas de sus derribos para reutilizarlas. Como el anticuario Emilio Moro decía que era de San Telmo, si todo lo de la Casa de Sánchez-Dalp derribada por Pavón hubiera sido así, ese palacio habría llegado del Duque a la Puerta Jerez. Allí no, pero a Gibraltar sí que llegó su imperio piquetero, derribando naves industriales. Un día le pregunté qué pasaría si cogiera la barrera de cemento de la Costa del Sol. Me dijo: "La dejaría como tenía que haber estado siempre, como la palma de la mano".

 

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