ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  13 de febrero  de 2021
                               
 

Fiscal de vacunas

En Sevilla hay mucho ladrón de oído. El que escucha algo ingenioso u ocurrente y se lo apropia, y lo dice o escribe como suyo en la primera ocasión que se le presente. Cuando llegaron los socialistas al poder en Andalucía, un prohombre sevillano cuyo nombre no quiero mentar para no crearle más enemigos de los que tiene, dijo una frase genial al enterarse de las hazañas de Escuredo y sus correligionarios:

-- Lo malo no es lo granujas que son, sino lo pronto que han aprendido a serlo.

Pues el otro día, en un periódico de por aquí abajo, vi que un destacado andaluz, por lo visto en un libro, se había apropiado de la frase, y el diario hasta la llevaba a título como suya. "Cuidado con los rateros", habría que decir, como ponía en el letrero de los antiguos tranvías, cuando pronuncie usted una frase ingeniosa. Seguro que algún enterado que quiere pasar por ingenioso se la roba.

Aunque no me tengo por robador de oído (al revés, estoy harto de que me quiten frases y hasta largos escritos por el procedimiento del tirón), les parecería que lo soy si les cuento hoy otra historia cofradiera que he escuchado, ingeniosísima, cuyos autores lamento no conocer para poner sus nombres como está honestamente mandado. Ahora, en vísperas del Miércoles de Ceniza (que no tiene mérito, que cuando lo tiene es en agosto y en la playa de Chipiona debajo de la sombrilla), dos sevillanos muy de las cofradías hablaban de la dichosa vacuna contra el Covid, que cada día presenta más dudas y más objetores. "Y se decían", como reza la letra del fandango:

-- Todo esto del jaleo de las vacunas y de su inyección ocurre porque ni en la Organización Mundial de la Salud, ni en la Unión Europea, ni en el Ministerio de Sanidad tienen ni idea de hermandades.

-- ¿Por qué lo dices?

-- Hombre, porque si les hubieran consultado a las hermandades no tendrían este lío a la hora de que falten vacunas y, sobre todo, de cómo ponerlas. Esto de que no se sepa en qué orden ponerlas ni a quién corresponde está más que solucionado en las hermandades a la hora de organizar la cofradía en la calle. No habría alcaldes y hasta obispos colados si se respetara el orden de antigüedad o riesgo. Bastaría can organizar las inyecciones por tramos.

-- Es lo que están haciendo, ¿no?

-- Hasta cierto punto. Ha habido mucho rebujón y mucho colado. A la OMS, a la UE y al Ministerio le haría falta un diputado mayor de gobierno, que verías tú qué pronto y bien lo organizaba todo. Empezando por las papeletas de sitio, dibujadas por Ricardo Suárez.

-- ¿Papeletas de sitio?

-- Sí, se anuncia cuándo es el reparto de papeletas de sitio, y a cada cual se le da el que le corresponde. Su tramo, vamos, por antigüedad o por riesgo. Y en cada tramo, un diputado de vacuna, con su canastilla llena de Pfizar o de Moderna, para cuando se acaben. El fiscal de vacunas, vamos...

(Les juro, como ocasional robador de oído, que la conversación ocurrió tal como les cuento.)

 

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