ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de abril  de 2021
                               
 

Colas y altares

Ya casi se puede hacer el resumen de lo que ha sido esta Semana Santa atípica, aunque aún falte el Sábado Santo. Hemos vivido la Semana Santa de las colas y los altares. La bulla, la clásica bulla de ver las cofradías por la calle, o las entradas, o las salidas, ha devenido en ordenadísimas colas ante los templos para rezar a las imágenes. La veneración se ha impuesto. El sevillano, que lleva por dentro un saber de siglos, ha adaptado la bulla a la cola, y no ha tenido que haber nadie para obligar a guardar las distancias sociales de seguridad contra los contagios.

Y ha habido un interesantísimo cambio: la cofradía, de suyo dinámica, la hermandad en movimiento de la estación de penitencia camino de la Catedral, se ha vuelto estática, han permanecido las imágenes en sus templos. Los priostes han echado toda su imaginación y buen gusto, a la antigua o la moderna, en montar a las imágenes en magnos altares como de quinario, pero con otro sabor, con recuerdo a paso. Antes eran los Cristos y las Vírgenes, o los misterios de la Pasión, los que salían a la calle, al encuentro con los sevillanos, en una secular tradición de evangelización popular. Este año ha sido al revés: han sido los sevillanos los que han ido en busca de los Cristos y las Vírgenes de su devoción, a sus propios templos. Han hecho los sevillanos la carrera oficial de ir de una iglesia a otra para ver las cofradías. Con un curioso cuadrante de las cofradías del día en la cabeza y en el corazón. Cada cofradía ha echado la casa por la ventana en la adoración de sus sagrados titulares precisamente en el día de la semana en que debían haber hecho estación de penitencia. Ese Martes del Cerro el Águila o ese Miércoles del Baratillo nos han marcado el programa que no hay que verlo en cuadrante de ABC alguno, ni en "El Llamador" de papel, porque el sevillano se lo sabe no de memoria, sino de corazón, desde que era niño y le pedía cera a los nazarenos.

Y junto a esta parte no enseñada, sino espontánea, del nuevo entendimiento de la función de las cofradías, de las colas y los altares, como de pasos estáticos, también ha sido la Semana Santa de las terrazas y de los restaurantes llenos. Como se recalaba en un bar para una copita y un descanso cuando salían las cofradías y estábamos cansados de patear Sevilla, ahora han sido muchos los que directamente han pasado de altares y de colas y han tomado estos días como de vacaciones, de sol y buen tiempo, en las terrazas de los bares y restaurantes. Me imagino que parte de la hostelería ha salvado al menos parte de la Semana Santa, de lo que no saben lo que me alegro.

Los que han salido perdiendo han sido los que pasaban de cofradías y se iban de anticipado veraneo a su apartamento de la playa o a un hotel de la costa. Con las restricciones perimetrales de no poder salir de la provincia de Sevilla, no ha habido apenas vacaciones de Semana Santa en Mazagón, en Valdelagrana o en La Antilla. Ojalá sea el último año en que tenemos que vivir esta Semana Santa de altares y colas.

 

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