ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 25 de mayo  de 2021
                               
 

Blancas adelfas

Los sevillanos padecemos el que llamaría "síndrome del conserje del Museo del Prado". El conserje del Prado, harto de pasar a cada momento ante los cuadros de Velázquez o de Goya, no les da la menor importancia a esas joyas. A nosotros nos pasa algo por el estilo. Acostumbrados, por ejemplo, a salir a la Plaza del Triunfo desde las calles San Gregorio y Miguel Mañara, no le damos importancia a la belleza de cuanto se nos ofrece en un solo golpe de vista: la muralla del Alcázar, el Archivo de Indias, la Catedral, la Giralda, el monumento a la Purísima. Algo por el estilo nos pasa, en plan conserje del Prado, con el despreciado y maltratado patrimonio vegetal sevillano. Los naranjos en flor sorprenden más a los visitantes que a nosotros los sevillanos, acostumbrados a oler con ellos a Semana Santa. No les damos importancia a las buganvillas monumentales como las de las tapias del Palacio de San Telmo que dan al río, el apeadero de la Casa de Pilatos, la fachada de la casa del Marqués de la Motilla por la calle Martín Villa o la Casa de las Dueñas.

Pensaba todo esto la otra mañana, yendo hacia el aeropuerto. Nada más salir de la glorieta de la estación de Santa Justa, por toda la avenida de Kansas City, pasada La Gota de Leche y el Parque Alcosa, y ya en la autovía de Córdoba y hasta mucho antes de llegar al aeropuerto, las blancas adelfas llenan de belleza la mediana de la carretera y ambas cunetas de la autopista de San Pablo. Es una explosión de blancor que no nos sorprende, hartos de verlo, pero que marca la plenitud de la primavera en el tiempo de las moradas jacarandas florecidas, las acacias blancas, las amarillas tipuanas que están a punto de romper. ¿Habrá ciudad con más flores por sus calles en la primavera que Sevilla? Pues no le damos importancia y, lo que es peor, no las cuidamos y las maltratamos. Las blancas adelfas que brotan salvajes y bravías en la avenida de Kansas City y hasta cerca del aeropuerto son un monumento sobre el que hay que llamar la atención, no les vaya a ocurrir como a las de la autovía de Huelva, que para ampliar los carriles de circulación de la carretera las arrancaron todas y ahora es una vía sin la menor belleza vegetal, sin más flores que las vallas de los anuncios.

Llamo la atención sobre este blanco tesoro de las adelfas de la autovía de San Pablo no vaya a ser que para hacer un carril-bici o cualquier otra modernidad las corten. No hemos hasta ahora incluido a las resistentes adelfas entre las flores características de Sevilla, pero si van al aeropuerto fíjense en la mediana y en las cunetas, y verán con su blancor compite con esa paleta vegetal de Sevilla compuesta por el azahar, el nardo, el jazmín, la magnolia. Y como las palomas de la Plaza de América, son todas blancas. Apenas se ven algunas de tonos rojos o fucsia. ¿Color capote? Pues sí, tomemos por ahí esos tonos, para que no nos estropeen este elogio de la sevillanidad de la humilde adelfa de las carreteras. Y que veamos por muchos años las que nos escoltan hasta el aeropuerto desde San Justa. ¡Eso sí que es un enlace de la estación de Santa Justa con San Pablo, como andan pensando!

 

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