ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de julio  de 2021
                               
 

Elogio del chiringuito

Cuando para descalificar a alguien le dicen que es un payaso, inmediatamente el ofensor pide perdón por la comparación y hace al momento un elogio de esta dignísima profesión circense. Tienen suerte de los payasos. Más que los chiringuitos. El chiringuito, que es un bar-restaurante de playa, a pie mismo de la arena, maravilloso si te dan una mesa de primera fila y tienes toda la vista del mar para ti solo, es usado como sinónimo ofensivo de las oficinas a menudo sin utilidad alguna que los partidos políticos en cualquier escalón del poder suelen montar para colocar a sus paniaguados, a sus viejas glorias, a los que no han podido hallar acomodo en otro puesto de la Administración, a los que se han partido y se parten la cara por la organización y son pieza fundamental en las campañas electorales, pero como no tienen oficio ni beneficio, ni titulación alguna, y viven del carné, en algún lugar han de agradecerle los servicios prestados. Chiringuitos llaman a los observatorios, a los centros de estudio, a los centros de interpretación, a las agencias autonómicas, a los mil organismos que si se suprimieran no pasaba nada. Al revés, dinero público que había para gastarlo en cuestiones más necesarias para el contribuyente.

La victoriosa Isabel Díaz Ayuso no ha podido llevar a Toní Cantó en sus listas electorales por sentencia judicial, ni le ha podido dar ningún puesto en el organigrama administrativo de la Comunidad de Madrid. Y le ha creado a su medida un Centro del Español, cuando Toni Cantó, que yo sepa, no es una autoridad en nuestra lengua, ni académico de la Española, ni profesor de Filología. Razones todas que la oposición ha resumido afirmando que Ayuso le ha puesto a Cantó un chiringuito. Que suena muy mal, como ponerle un piso a una querindonga. Y al contrario del caso de los payasos, nadie ha salido en defensa del chiringuito por usarlo como término de comparación. Cuando el chiringuito, y más en estos meses de pandemia, ha contribuido de muy destacada manera en estos tiempos de penuria al mantenimiento de puestos de trabajo en la vapuleada y condenada hostelería, y ha permitido que sea menor el número de empresas que han cerrado. Y cuando el chiringuito, además, tiene una ilustre historia, porque aseguran que ese nombre, de origen cubano, se lo puso César González Ruano al bar de playa de Sitges donde, a modo del Café Teide en el invierno, escribía cada día su artículo para "La Vanguardia". Y que de Sitges, el nombre ruanesco saltó a todas las costas españolas para designar a los bares y restaurantes de playa.

Lo peor que veo con el Centro del Español de Toni Cantó es que está repe. Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a inventar el Instituto Cervantes a escala autonómica. Y no porque exista ese centro el español va a dejar de ser maltratado. En Madrid no hace falta ninguna un Centro del Español. Donde hay que ponerlo es en Barcelona, en Baleares, en Valencia, en las Vascongadas, en Galicia. Habrá que buscar más Tonis Cantós para crear un chiringuito de defensa del español en esos territorios de España donde está tan amenazada la lengua oficial del Estado.

 

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