ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  11 de julio  de 2021
                               
 

Adiós, cabinas de teléfono

La telefonía móvil, que hace que cada uno llevemos un espía en el bolsillo porque por la triangulación de antenas saben dónde estamos en cada momento, está acabando con muchas cosas. De momento casi ha terminado con los teléfonos fijos. La gente tiene hasta fibra óptica en su casa, pero casi no toca el teléfono fijo, y mucho menos suena. Los hay clásicos, que te siguen llamando al fijo. Yo casi los tengo catalogados, y por la hora en que suena el teléfono fijo casi sé quién:

-- Esta va a ser María José, que quiere hablar contigo.

El caso es que María José tiene, como Dios manda, su teléfono móvil, "inteligentes" los llaman, pero, mujer tradicional, puede con ella la costumbre de llamar por el fijo. Cuyos números nos sabíamos de memoria. Nos sabíamos el número de los suegros, de los hijos, de los cuñados, del trabajo. Pero ya no sabemos los números de los móviles. A veces, ni el nuestro. Como vienen en la agenda del propio aparatito y con solo poner el nombre de la persona con quien quieres hablar te sale el número automáticamente... Por eso perder el teléfono móvil o que te lo roben es una tragedia. Entonces recibamos la llamada de un familiar o de un amigo, al fijo naturalmente, y nos dicen:

--¿Puedes darme tu número de móvil, que se me ha extraviado el mío, o lo he perdido, o me lo han robado, y tenía tu número grabado en la agenda?

La telefonía móvil ha hecho desaparecer la clásica Guía Telefónica, hasta de dos gruesos tomos la de Madrid, que ahora sería impensable con la Ley de Protección de Datos. Venía la dirección y el número de todos los abonados. Y había, además, la utilísima guía de Páginas Azules, con los teléfonos ordenados por calles y te orientaban una barbaridad si querías saber el número de una casa, o quién vivía en el mismo edificio de alguien.

Y luego, las cabinas de teléfono en la calle, utilísimas. Como confesionarios de la intimidad de tu conversación, con su puerta y su aparato de monedas y antes de fichas, que veías las que te quedaban por consumir. Teléfono de los que no lo tenían o de los que no querían que en su casa supieran con quién hablaban. Al principito eran cerradas, como las de Londres, pero de aluminio y cristal. Luego inventaron otras dobles, abiertas, sin puertas, con un teléfono en cada cara. Sufrieron como no nos imaginamos el vandalismo. Llegabas y el teléfono estaba arrancado, o le faltaba el cable, o el auricular. Un gracioso que no pensaba en los demás, a los que los teléfonos públicos, señalados en los pueblos con una placa azul de cerámica, daban el mismo avío que ahora los móviles. Dicen que hasta 65.000 cabinas de teléfono hubo en España. Como suele ocurrir, ya no queda ni una. Han retirado las últimas. El que quiera hablar por una cabina, que se vaya a Londres, donde cuidan estas cosas. Y el que quiera evocar todo un tiempo ido, que vea "La cabina" (1972) de Antonio Mercero, coescrito con José Luis Garci y protagonizado por José Luis López Vázquez. Ya no hay el menor peligro de que López Vázquez se quede encerrado en la cabina de Mercero.

 

Correo Correo Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico

         

 

 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio