ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 17 de septiembre  de 2021
                               
 

Un sonoro himno de Sevilla

Igual que del tirón, en menos de horas veinticuatro, pasamos de la primavera fresquita, de rebequita por las noches, al verano de asarse, porque estas son las cosas de Sevilla, aquí ha ocurrido con la economía algo que no sé si han reparado en ello. Hemos pasado del "¡qué horror de turistas!" al "¡menos mal que han vuelto los turistas!". Otra vez vuelve a escucharse por las calles lo que para algunos suena a música celestial: el ruido de las ruedas de las maletas, haciendo como el chucuchucu del tren sobre las llagas de las baldosas de las aceras. ¿Qué "para algunos"? Para todos. No había nada más triste y descorazonado que aquella Sevilla desierta y cerrada del confinamiento, sin actividad económica, fantasmagórica, cuyas consecuencias estamos viviendo todavía, por muchas ruedecitas de maletas que se escuchen y por muchos nuevos hoteles cuya apertura anuncien.

Estaré como una chota, quizá, pero interpreto este sonar de ruedas de maletas de turistas como un venturoso himno del resurgir de Sevilla. De la normalización de Sevilla. A falta de tamborees y cornetas, de sevillanas y riapitá de palillos en las casetas y de cascabeles en el paseo de caballistas, el sonido más sevillano que podemos escuchar hoy es este rodar de maletas. A saber, de dos ruedas solamente, de las que se arrastran, y de cuatro ruedas, de las que se llevan sin tener que tirar de ellas como una bestia de carga.

Ya sé que es arriesgado pensar que tal sonido es el himno de Sevilla. Pero hay que considerar que Sevilla, que tiene bandera, escudo con San Fernando, San Leandro y San Isidoro (ninguno de los tres nacidos aquí, para que digan que sólo valoramos lo nuestro y pedimos el carné de identidad), armas chicas del NO8DO y hasta el color heráldico del carmesí de Castilla, no tiene himno. Y es raro. Aquí todo tiene su himno, menos la ciudad misma. Tiene su himno el Sevilla, según cuentan las lenguas antiguas... y las modernas. Tiene su himno, y a pares, el Betis. No hay hermandad de penitencia que no tenga la Salve a su Virgen como emocionante himno de la cofradía. O el himno especialmente escrito para ella, como el de Caro Romero para la Esperanza Macarena. Pero la ciudad, Sevilla como tal, no tiene himno. A veces ha pasado como tal el "Sevilla" de Albéniz o el "Sevilla tiene un color especial". Y eso que el sevillano tiene buen oído y se aprende pronto la hímnica. ¿Habrá algo más complicado que la letra del Himno de Andalucía? Pues hasta los niños de los colegios se lo saben. Y las anteriores generaciones de sevillanos se sabían algo tan difícil como los versículos del "Miserere" de Eslava o el himno de la Exposición Iberoamericana de 1929, escrito por los Alvarez Quintero con música del maestro Alonso: "¡Salud, americanos,/ del mundo juventud!/ ¡Salud, pueblos hermanos!".

¿Y saben una cosa? Que Sevilla no necesita himno de ninguna clase. La ciudad toda es un becqueriano "himno gigante y extraño" con su belleza. En la que ahora, como si fuese el himno de alegría, vuelven a escucharse las ruedas de las maletas de los turistas.

I

 

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