ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  18 de octubre  de 2021
                               
 

Sevilla, palimpsesto

Un amigo que sabe tela de toros, pero que tiene todavía más tela de gracia, al leer que en la Plaza de San Francisco, en las obras para un hotel (oído, cocina: ¡marchando otro hotel de cinco estrellas!) han aparecido los restos de la muralla romana de Sevilla, la que cuando vino a salir en los armaos de la Macarena mandó construir Julio César en persona, me lo dijo muy serio. Que es como en Sevilla dicen sus golpes los que tienen gracia en cantidad: muy serios, con lo cual es siempre doble el efecto cómico:

-- Mira, bajo el suelo de Sevilla hay tantos restos de todas las épocas, que un día sale en la plaza del Arenal un toro manso, manso, un manso de libro, se pone donde la boca de riego, se pone a escarbar con sus patas, y escarba que te escarba seguro que saca un trozo de muralla almohade. La que venía desde la calle Castelar hasta la puerta de la Contaduría en la calle Adriano.

El desabrimiento de la Plaza de San Francisco viene a corroborar que la leyenda no está muchas veces reñida con el rigor de la Historia, sino todo lo contrario. Ese trozo de muralla romana viene a confirmar lo que dicen los versillos que estaban en un mármol en la Puerta de Jerez y ahora pueden verse el chaflán de la esquina de Casa Guardiola con la calle Maese Rodrigo: "Julio César me cercó/de muros y torres altas". Estos muros son los del hotel de la Plaza por antonomasia, como se la llama en los programas de las cofradías: "Cruz en la Plaza, tal hora". A muchos sorprende que en el Bar Giralda se encontraran unos baños árabes o que en Las Setas, en las dichosas Setas de la Encarnación, hallaran los restos del Antiquarium, como los hallaron en la Costanilla. Por toda Sevilla hay y tiene que haber restos arqueológicos. Sevilla ha sido a lo largo de su historia un palimpsesto, como un "manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente", que dice el Diccionario de la Academia. En la misma Giralda, si se fijan, los cimientos que asoman al nivel de la calle son basamentos de estatuas romanas, dicen que de los exportadores de aceite de la época. (Así que ya lo sabéis, Juan Ramón Guillén y Miguel Gallego: en los pies de la mismísima Giralda tenéis un testimonio de agradecimiento de quienes os precedieron en el negocio de exportar aceite de la Bética en las ánforas que formaron el Monte Testaccio en Roma...)

En Sevilla se construyó siempre con materiales de acarreo, e Itálica fue la gran cantera para las obras de la ciudad. Toda Sevilla es un palimpsesto levantado sobre una ciudad anterior. Los que lo saben bien son los constructores avezados. Proyectaban una vez una casa y el arquitecto le puso un aparcamiento subterráneo. Y el constructor se lo echó atrás, diciéndole: "La casa no tendrá aparcamiento subterráneo de ninguna clase, ni sótano, porque aquí escarbas dos metros y te sale una muralla romana o unos restos almohades, y viene Cultura con los arqueólogos, te para la obra mientras la excavan y te buscan una ruina..." Espero que Julio César, con su muralla, no se la haya buscado a los promotores del hotel de la Plaza de San Francisco.

 

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