ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  21 de enero  de 2022
                               
 

La cita previa

No sé qué era de nosotros antes de que existiera la cita previa. Bueno, la cita previa es más antigua que el hilo negro, lo que pasa es que le ha dado a la gente por llamar así a lo que existía siempre y ponerlo obligatorio. Para citas, las de la Puerta Correos para ir a las Lumbreras por bacalao que cantaba El Pali. Y en este punto estoy haciendo como una muñeca rusa: una cita sobre las citas. Las citas, en sentido de mención de un autor o de un clásico para avalar lo que se dice, son tan antiguas como los textos literarios. Y utilísimas. Había un veterano e influyente periodista sevillano, Celestino Fernández Ortiz, que citaba mucho a Eugenio d'Ors en sus artículos. Un día le pregunté por qué su recurso habitual de citar al autor catalán ahora olvidado. Y me dijo:

--Es que cuando estoy escribiendo y me sale una frase brillante, si la lee la gente no se cree que sea mía. Pero en cambio se la atribuyo a Don Eugenio y todo el mundo la acepta y la aprueba.

Igual que existen "Diccionarios de citas", debería haber "Diccionarios de citas falsas". Son las que se inventan los que escriben, escribimos, para reforzar forzadamente un argumento. En materia de Sevilla, ¿cuánto se ha atribuido a Romero Murube que Joaquín nunca dijo? Y de Cernuda, ni te cuento. Hay hasta frases apócrifas de "Ocnos" que pasan por tales y que nunca escribió en aquella nostalgia y memoria de Sevilla desde la lejanía el autor de "La realidad y el deseo". Y de los políticos en sus discursos, ni te cuento. Si Churchill hubiera escrito todas las frases que se le atribuyen en las citas de los políticos, sus obras completas tendrían más líneas que la Wikipedoa.

Pero íbamos por las citas no en su acepción de "nota de ley, doctrina, autoridad o cualquier otro texto que se alega para prueba de lo que se dice o refiere", sino en la otra de "señalamiento, asignación de día, hora y lugar para verse y hablarse dos o más personas". Y hay que decir que todas las citas son previas. Es una redundancia las que ahora están de moda y obligación. Si la cita es posterior a la hora señalada, ni es ya cita ni previa ni nada. Cita previa te han dado los médicos siempre, desde aquellos tiempos de las consultas en el barrio de San Vicente con la placa de bronce en la puerta: "Consulta de 3 a 5". La enfermera te daba la cita para que Don José te viera "por la pantalla" (que eran los nocivos Rayos X) a las tres y media, o a las cuatro. Sin tanto cuento de cita previa. Que no suele haber nada menos puntual que la cita previa. Si para lo que sea, un particular o un organismo público, te han citado a las 11 de la mañana, milagro será que las 12 te hayan recibido. Las citas previas tenían que haber vaciado las salas de espera, y no ha sido así. La puntualidad se exige al que llega, no al que debe recibirte. Cuyo tiempo tiene otro valor por lo visto. Tú tienes que estar a tu hora con cita previa porque tu tiempo no vale nada, pero el funcionario que te citó tiene una jornada tan valiosa que te hace esperar tres cuartos de hora por lo menos. A pesar de tanto cuento de la cita previa.

  

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