ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 24 de abril  de 2022
                               
 

Sin mascarillas, sigue el QR

La confianza que tendremos en el Gobierno de Sánchez, que aunque ha anunciado que se puede estar sin mascarillas en interiores, la gente sigue usándola, por cautela. O porque no se fían de esto, que el Gobierno ha terminado virtualmente por decreto con la pandemia. ¿Se acuerdan de todas las precauciones cuando empezó hace dos años, aquellos guantes azules que nos poníamos sin saber para qué y que tanto costaba encontrar, sin saber entonces que habría quienes estaban dando el pelotazo del siglo a costa de nuestro miedo?

¿Y el gel hidroalcohólico, dónde me lo dejan? Nos aconsejan que sigamos tomando todas las precauciones contra el virus, porque muertos diarios por el covid sigue habiéndolos, aunque se pregonen menos, y de pronto, junto a las mascarillas, ha desaparecido aquel gel con el que obligatoriamente tenías que frotarte las manos antes de entrar en un establecimiento cualquiera. En cada puerta había un dispensador de gel hidroalcohólico, y me extraña que a estas alturas de curso no haya levantado nadie la liebre de que hubo quien también pegó el pelotazo con sus comisiones por comprar ese líquido en cantidades industriales.

El Gobierno, en el levantamiento de veda de la mascarilla y en el traspaso de la responsabilidad de la cogobernanza, en esta ocasión no le han largado el mochuelo a las autonomías, sino a las empresas. Cada empresa puede obligarte a que cumpla sus particulares normas sobre mascarillas. ¡Con lo que nos gusta a los españoles ordenar y dar normas, algunos se van a hinchar, creyéndose ministros de Sanidad!

Pero se han olvidado de algo que era mucho más fácil, menos arriesgado y más socorrido: acabar con las cartas en Código QR en los restaurantes. Mucho antes de la supresión, en cuanto nos sentamos en la mesa de un bar o de un restaurante nos quitamos las mascarillas. Pero, paradójicamente, si vamos a pedir algo de comer, no nos dan una carta del menú en papel como Dios manda, con sus entrantes, sus carnes y sus pescados, sino que te ponen, muchas veces hasta pegado a la mesa como una pegatina, el Código QR para que lo saques y allá te las compongas. ¿Tan peligroso y contagioso es el papel del menú de los restaurantes para que siga siendo obligatorio que esté en Código QR? Y no tienen en cuenta que hay quien no tiene teléfono móvil con lector de Código QR o, si lo tiene, no sabe usarlo, y se queda sin saber qué puede pedir para comer. Lo cual le viene de perlas al restaurante, sea de la categoría que fuere. El camarero te informa entonces de palabra de lo que tienen, pero según les interesa, y te largan, por ejemplo, el pescado que antes se le va a estropear. Y lo fundamental, lo que más le interesa al establecimiento: te dicen lo que puedes tomar, pero no los precios. Como somos tantos analfabetos de QR, nos juntan las manos y nos pegan la estocada de la Feria de los precios, la gran clavada, que hubiéramos descubierto y rechazado de saber manejarnos con el Código de marras. Espero que igual que de las mascarillas, nos liberen cuanto antes de la dictadura del Código QR de las cartas de los restaurantes.

 

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