ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de mayo  de 2022
                               
 

Elogio del farolillo

Dicen que, como tantas cosas de Sevilla, no son de aquí; que vinieron de fuera y que los hicimos más nuestros que el Giraldillo. Como el que sí, que sí, que no, que no de La Parrala, unos dicen que vinieron de China. Como ahora los bazares que no cierran nunca y donde venden de todo y los chinos que están en el mostrador con las pantallas de las cámaras de control de televisión se saben dónde está cada cosa de los miles de artículos que tienen: "Segundo pasillo, a la derecha, al fondo". Otros dicen que no, que los farolillos vinieron de Venecia, como los mantones llegaron de Manila. Así, "farolillos a la veneciana" los encontramos descritos en muchas crónicas decimonónicas de las primeras ferias. (Inciso sobre mantones: la prenda de etiqueta de caballeros en la Feria por la noche es el traje oscuro, como en Semana Santa; la de las señoras, el mantón llamado de Manila, que no es de Filipinas, sino de la China, y que se llama así porque venían en el "Galeón de Manila", que era como la Carrera de Indias, pero hacia Oriente.)

El caso es que los farolillos ya son tan nuestros como el albero de las aceras de la Feria, como la barandilla de las casetas o como el paseo de carruajes y caballos. El farolillo es consustancial con la Feria. Y las bodegas de vino de Jerez y de manzanilla de Sanlúcar les echaron el ojo como soporte publicitario. Porque hay farolillos de interior de caseta, de trastienda, que son muchas ocasiones estos publicitarios. Dentro de las casetas elegantes no verá usted un solo farolillo publicitario. Los elegantes y puristas de la Feria, que los hay que saben tela de priostía de las casetas, dicen que eso es una ordinariez, y que rebaja el buen tono de una caseta.

Pero los que de verdad son el símbolo de la Feria son las hileras de farolillos de las aceras. Rojos o verdes, para que no se pelee nadie futbolísticamente. Que con su papel plegado tamizan de una manera especial la luz eléctrica. Si quieren ver la gracia del farolillo sevillano, evoquen esas hileras de bombillas antes que los coloquen. No tienen gracia ninguna, parecen una obra a medio terminar. Pero en cuanto pasa el camión con unos señores encima de su batea que se dedican a poner un farolillo por cada bombilla, que tiene mérito y es un trabajo, allí surge de pronto Sevilla. Hasta el sol, durante el día, les hace dibujar caprichosas sombras sobre las casetas y sobre un Real de Los Remedios con árboles que cada vez dan más sombra, ¡quién los cogiera en pleno verano en la Avenida de la Constitución!

Pero hay algo más tradicional todavía, y es el triste sino de que el farolillo se moje. No falla. Ponen la Feria del Libro o colocan los farolillos, y viene la lluvia, como atraída por los conjuros del jefe de una tribu india americana de las películas del Oeste. Qué penita dan los farolillos estropeados por las lluvias. Las anuncian para la mitad de la Feria y temo por los farolillos mojados y rotos por el agua. Ojalá se equivoque el pronóstico y podamos ver en toda su belleza esas aceras con el cielo andaluz de las falsas estrellas de la luz de los farolillos. Con bombillas LED, naturalmente...

 

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