ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  31 de mayo  de 2022
                               
 

Adiós a mayo con cruces

Está cayendo la tarde. El pavimento de las aceras está tan poco cuidado en el barrio por el Ayuntamiento que al final la tarde se acaba siempre cayendo, y tiene que irse a urgencias, dejando su sitio a la noche. (Lo anterior es broma y guasa sevillana de pata negra.) Está atardeciendo y de pronto, lejano, se oye un sonido de tambores que se va acercando muy lentamente, no se sabe por qué calles. Se hace el sonido de tambores al rato perceptible con una banda de música y se empieza a escuchar como un jirón de Semana Santa, una marcha muy conocida y tocada: "A ti, Manuel". Llega un patrullero de la Policía Local que corta la circulación en las esquinas que veo desde el balcón. La música cada vez está más cercana. Hasta que salgo y veo un revuelo clásico: viene una cruz de mayo. Una gran cruz de mayo, llena de chiquillos de varios colegios, por el niqui de uniforme que llevan. Van delante los que portan una cruz de guía, muy serios. Son parejas nombradas en la cruz de mayo del colegio, claro, tienen que estar orgullosos. Y después, algo sevillanísimo: las niñas vestidas de flamenca, con velas en las manos. Pienso que antes que llegaran las mujeres nazarenas, las niñas vestidas de flamenca en las cruces de mayo fueron una avanzadilla en la conquista de la igualdad de género en los cuerpos de hermanos de las cofradías. Niños y niñas en las cruces de mayo.

Y vienen acompañando al cortejo los padres, los abuelos, los tíos. Todos muy serios y muy en su papel. Con alegría. No, no es un juego infantil esto de sacar una cruz de mayo. Es como un deber que impone Sevilla, de continuar y perpetuar la tradición. Miro la fecha a que estamos, y siempre en estos días finales del mes de mayo, del Mes de María, era cuando salían las mejores cruces de mayo infantiles. Algunas hasta iban por la carrera oficial, hasta la Catedral. Esta del barrio cumple con la tradición de las fechas. Y de la seriedad de las banderas que llevan los niños y las niñas vestidas de flamenca a modo de insignias de la cofradías que están empezando a vivir desde pequeños.

Y llega el paso de la Cruz, con su sudario blanco al viento de la tarde. Un buen paso. No una improvisada mesa con un mantel por faldones y dos niños de costaleros. Estos llevan costaleros ya de más edad, con su ropa perfectamente hecha, andando sobre los pies, o echando el izquierdo por delante cogiéndose con la música. Es indudablemente una cruz de mayo infantil organizada por un colegio, como las hay sacadas por las hermandades. Tan serios en su papel van los niños, que me ratifico en que no es un juego, sino algo que les viene en la masa de la sangre. Hay un capataz de terno negro y todo, y un llamador que ordena levantás a los como nueve costaleros que el pasito calza. Detrás, la banda seria y grande de los mayores, de las que llevan banderín. Mayo acaba como siempre lo fue en Sevilla: con las cruces infantiles por las calles. Gracias a los colegios y a las cofradías, es algo que no se perderá en este tiempo en que ya suenan cohetes rocieros...

 

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