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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de junio  de 2022
                               
 

Árboles monumentales

Nos pasa con los árboles como con muchas tradiciones, edificios, entornos y monumentos de Sevilla: que sólo los valoramos cuando ya no están, cuando han sido derribados o adulterados hasta dejarlos irreconocibles, y ahí tienen la Plaza de la Encarnación o ahí tienen la calle Baños. Así nos pasa con los árboles monumentales, símbolos de la ciudad. No sé si existe un catálogo de árboles monumentales de Sevilla que preservar y cuidar, como son bienes de interés cultural muchos edificios y entornos. Pero debería existir este listado oficial de preservación de estos árboles que nos dan mucha pena y nostalgia cuando los talan, pero que no les echamos cuenta a pesar de su importancia y su belleza.

Sin agotar el tema, que nos daría para llenar mucho espacio, me acuerdo ahora de los cuatro ficus monumentales de las esquinas de la Plaza del Cristo de Burgos. O de los dos laures de Indias de la Plaza de San Francisco, delante del edificio del Banco de España. O del magnolio de la esquina de la Catedral frente a Correos, tan amenazado siempre, tan descuidado y seco, pero tan simbólico del lugar privilegiado que ocupa. En la Plaza Nueva echamos de menos altísimas palmeras que abatió el viento o se llevó la plaga del pulgón. Y pienso en los eucaliptos de la entrada a Tablada, donde también hay cocoteros tan altos que pare mí son de época anterior a la base aérea, cuando allí estaba el hipódromo. O las buganvillas. En Sevilla tenemos buganvillas monumentales en las grandes casas nobiliarias, dignas de toda protección. Son monumentales la buganvillas del apeadero de la Casa de Pilatos, de la fachada de la Casa de las Dueñas, del patio de la Casa de los Bucarelli en la becqueriana y montesinesca calle Santa Clara o de la Casa del Marqués de la Motilla, al pie de su torre, rebasando las tapias y llenando de belleza la calle Martín Villa.

En el compás del antiguo convento de San Jacinto había uno de estos árboles monumentales. Allí estaba el ficus centenario que tanta sombra daba al lugar, tan representativo de Triana. Quizá el árbol más representativo de toda Triana. Pienso en otro árbol tan antiguo e ilustre en Triana y, como Quevedo a Roma en Roma, no lo hallo. Pues bien: los dominicos han obtenido permiso municipal para "apearlo", como se dice con un eufemismo. Ya esa esquina no será la misma, la de las viejas fotos de la salida de la Virgen de la Estrella o de la hermandad del Rocío de Triana. Con guasa tomada prestada a los trianeros, pienso que hay que ver la de cosas que se quitan de enmedio los dominicos de San Jacinto. Primero fue la Cofradía de la Estrella, que pasó a su propia capilla en la misma calle. Luego, la Hermandad del Rocío de Triana, de cuyo Simpecado hubieron de oír los devotos de la Blanca Paloma alguna broma de mal gusto por parte de algún fraile y pasó a su capilla de la calle Evangelista. Y ahora, el ficus, que era un peligro para los peatones por posible caida de grandes ramas y cuyas raíces estaban dañando a la iglesia, declarada BIC. Pero el ficus no pasará más que a la memoria sentimental del Arrabal y Guarda.

 

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