ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de julio  de 2022
                               
 

Sin luz ni gas

Entre fuegos de los bosques de España y parte de Europa también en llamas, las olas de calor hasta en los países mas septentrionales, la sequía en nuestros pantanos y la escasez de gas y de electricidad, con la consiguiente subida de precios, y la gasolina a dos euros el litro, da pánico poner el telediario. Pero hay algo que me da más pánico todavía: la supresión de los suministros de gas tras la invasión de Ucrania por la Rusia del loco Putin, que se venga así de la ayuda de lo países de la OTAN. Como ese susto que nos hemos llevado todos al saber que Rusia le cortaba el suministro de gas a Alemania con el pretexto de unas obras de conservación en los tuberías del Nord Stream 1. Y más todavía cuando hemos empezado a escuchar recomendaciones para no poner muy alto el aire acondicionado y llegado noticias de pueblos donde ya han impuesto restricciones de agua a determinadas horas del día.

Parece que Rusia nos está haciendo "luz de gas" a los países de la OTAN y al mundo occidental que ayuda a Ucrania. Sí, "Luz de gas", como la obra de teatro de Patrick Hamilton de 1938 que conocimos fundamentalmente por la versión cinematográfica de George Cukor (1944). Rusia nos está haciendo luz de gas incluso a los países que estamos muy lejos de sus fronteras, en el otro extremo de Europa, en su Finisterre. A lo que hay que unir las consecuencias de nuestra Rusia particular, que es Argelia, tras el incomprensible volantazo que pegó Sánchez en nuestras relaciones con Marruecos y en la tradicional política exterior que veníamos aplicando sobre el Sáhara.

No sé si a usted le pasa como a mí, pero todo esto me da miedo. Aguantamos como podemos los precios altísimos de la luz y del gas, pero no nos faltan. No nos faltan más que euros en la cuenta del banco donde nos cargan los recibos. Pero llegará el día, según los que hacen avisos y premoniciones sobre ahorro, en que abramos el grifo del agua caliente y salga fría. Y no porque los quemadores de la caldera estén obstruidos y tarden tiempo en saltar para el agua caliente, sino porque han cortado el gas. Porque nos han dejado sin gas. Como me temo que otro día abramos el grifo del lavabo y no salga agua, porque han puesto ya restricciones al suministro en la ciudad y la corten buena parte del día. Eso sin pensar en que le demos a la luz y no es que haya saltado el diferencial, sino porque no hay electricidad, por cara que nos estuviera costando.

¿Derrotista, alarmista? No, simplemente realista, acobardado con la alegría con que seguimos consumiendo luz, agua y electricidad y que todo el problema que veamos consista en el precio de lo que nos cobran por ellas. Por eso cada mañana, cuando entro al baño, me parece un milagro que abra el grifo y salga agua, y luego pueda ducharme con agua caliente. Y pueda poner el microondas para el desayuno. Dadas las actuales circunstancias de Apocalipsis sin jinetes que vive el mundo, me parece un milagro que todavía tengamos agua, luz y gas. Que cada cual rece lo que sepa para que continúe siendo así, a pesar de los precios y de la inflación que han originado.

 

 

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