ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de octubre  de 2022
                               
 

Demonizar a Italia

Igual que la pompa y circunstancia del luto nacional y entierro de la reina Isabel II fueron ante el mundo el ejemplo de una Monarquía haciendo márketing de Estado, que nos daba envidia a los españoles por la absoluta falta de complejos con las que cumplían sus tradiciones, ahora y para todo lo contrario le ha tocado el turno a Italia. Italia ha resultado ser la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno: la ultraderecha ha ganado allí las elecciones. Democráticas y con todas las garantías, no como el referéndum amañado montado por Putin para anexionarse Ucrania. Pero nada de eso vale. Italia es un peligro a los ojos de muchos que piensan con ultracorrección política porque, al parecer, el voto de la derecha es menos democrático que el de la izquierda. Todos estos que se escandalizan de que Meloni haya ganado en Italia son los que no abren la boca sobre los abusos dictatoriales en Venezuela, ni sobre los derechos humanos en Cuba o Irán, ni sobre el peligroso tinte bolivariano que van tomando tantos países hispanoamericanos.

No me explico que la mera cita de la palabra "ultraderecha" sea como un resorte, para que salten las todas las alarmas de la conveniencia política. Es la consagración definitiva de las dos varas de medir. No importa que un gobierno pacte con los separatistas o con quienes, desde dentro, quieren destruir las propias bases del sistema democrático, y a Unidas Podemos y el espíritu de concordia de la Constitución de 1978 me remito. Nada de esto se tiene en cuenta, ante la amenaza de "que viene la ultraderecha". Se urden "cordones sanitarios" y toda clase de garantías para evitar que quien no pertenezca a la izquierda biempensante pueda no sólo alcanzar, sino ejercer el poder.

Aquí tenemos cada día el ejemplo de lo que ha ocurrido con Italia. Cada paso adelante que da Vox en unas elecciones es tenido como si fuera un retroceso peligroso de la democracia. Vox no tiene derecho a nada. Sus votos deben de ser de segunda categoría. Bildu, con el propio Otegui al frente, "hombre de paz", sí que tiene todas las bendiciones. Como las tiene todo aquel que quiera romper la unidad nacional mareando la perdiz de los independentismos ya superados hasta por el "Procés". La última prueba de todo este absurdo régimen de cosas la hemos tenido en la entrevista de Feijóo con Abascal. Feijóo no puede reunirse con Abascal. Sánchez sí puede hacerlo con todo aquel que quiera contribuir desde el pacto de legislatura al liso y llano rompimiento de la separación de poderes, de todo aquello que hasta ahora entendíamos por España. Pero a Abascal hay que cercarlo, como hay que demonizar a Italia. Por el mero hecho de ser lo que son y defender las ideas que defienden. Que Abascal sea la cabeza visible del tercer partido de España da igual, También Meloni ha ganado limpiamente las elecciones en Italia y ha pasado directamente a ser un peligro. Todo se va en hablar de la extrema derecha y la ultraderecha para aquellos que callan ante las atrocidades de la extrema izquierda y la ultraizquiera.

 

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