ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de octubre  de 2022
                               
 

Los chilladores

Los friquis de las cofradías son como la materia: ni se crean ni se destruyen, sino que se transforman. Ahora, después de los cangrejeros, han aparecido los que llaman "los chilladores". Los que se ponen delante de un paso, preferentemente de Virgen dolorosa y de palio, a gritar cuanto se les ocurre, creen ellos que en loor de la Madre de Dios, pero la mayoría de las veces fuera de cacho y del buen gusto. En una reciente procesión extraordinaria hasta hubo sus más y sus manos con estos chilladores que se ponen delante de la Virgen y a los que dan ganas, como así se hizo, de mandarlos a callar. Ahora los ha mandado a callar el propio señor arzobispo. Monseñor Saiz Meneses se está metiendo más de lo que pensábamos en las arenas siempre movedizas de las cofradías. Y en este caso de los chilladores, con todo acierto. Ha dicho, para que quede claro: "Los vivas y las expresiones de amor y cariño forman parte de la vida humana; los histerismos, no. Eso hay que cortarlo de raíz porque no añaden, ni a la Virgen que no los necesita, ni a la Iglesia, ni a la hermandad, ni a sociedad, ni a Sevilla".

Histerismo. Es es la palabra aplicable a los chilladores. Un histerismo que va más allá de los "vivas" y rayan muchas veces en el mal gusto o lo inadecuado. Lo de los "vivas" clásicos sí vale. Es muy del Rocío. No hay culto rociero que no acabe con una serie de "vivas" no sólo a la Blanca Paloma, a la Reina de las Marismas y a la Madre de Dios, sino a la propia hermandad que organiza el culto. Gritos, no chillidos. Una cosa es un grito de devoción, que sale del alma de los rocieros o de los devotos de la Patrona de un pueblo, y otra muy distinto el histerismo del chillido. El chillido, como señala el DRAE, es desapacible. El grito, por el contrario, es espontáneo, y más cuando sale del alma de los rocieros o de los devotos de una advocación de la Virgen.

Los chilladores histéricos merecen que echemos la vista atrás unas décadas y recordemos que no son desgraciadamente nuevos en el mundo de las cofradías, aunque quizá antes con mayor respeto y menos polémica que ahora. Le costó mucho, pero que bastante trabajo a la Hermandad de la Esperanza Macarena acabar con una costumbre que había, especialmente entre los niñatos de la Madrugada, de seguir el paso de la Virgen lanzando estos chillidos. Decían: "¡Macareeeeeeena!". Y el público respondía: "¡Guapa!". Visto desde el punto de vista de la teología popular, quizá fuera una traducción sentida del "Llena eres de gracia". Pero no. El grito se repetía otra vez, gamberreando, y otra vez la respuesta de "¡Guapa!". Hasta una tercera, más sonora y potente, en que respondían: "¡Guapa, guapa y guapa!". Incluso había quienes añadían una retahíla de "y Bonita", y no sé cuántas cosas más. Unos lo tomaban por algo muy devoto y popular, aunque a la hermandad le chocaba, como una falta de respeto a la Esperanza. Menos mal que en el gamberreo de la Madrugada que devino en las carreritas famosas cada vez fueron a menos aquellos gritos, que seguían a la Esperanza hasta su entrada. Ojalá ahora pase igual con las "chilladores", que sean flor de un día. Histérica flor de un día que ojalá no se convierta en costumbre, sino en un recuerdo para olvidar.

 

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