ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  13 de diciembre  de 2022
                               
 

Elogio del brasero

Me extraña que con la subida de precios de la energía nadie haya divulgado un remedio clásico para tener calentita la casa sin gastar mucho. No es que quiera hacer "spoiler", como en Tertulianés se dice a reventar un misterio, desvelar el final de una película de intriga. Como lo de aquel acomodador de cine que si no le dabas propina cuando te acompañaba con su linterna hasta tu localidad, se vengaba adelantándote la trama de la cinta que ibas a ver, y diciéndote en voz muy baja, revelando el misterio:

--El asesino es el jardinero...

No quiero reventar nada a nadie como el acomodador, ay, del Cine Cervantes, pero contra la carestía de la factura de electricidad manteniendo mucho tiempo encendida la calefacción se han divulgado no sólo aparatos de nuevo diseño que guardan el calor con poco gasto de energía, sino remedios caseros tradicionales, como la chimenea de calefacción por leña. Suena a las tristes desgracias de las ciudades de Ucrania bombardeadas por los rusos y dejadas a oscuras, pero aquí también, no por falta de luz, sino por exceso de facturación, se ha tirado de viejas chimeneas abandonadas al ser instalado el aire acondicionado con bomba de calor. En los pueblos sobre todo, las chimeneas de leña de los abuelos han vuelto a ser disfrutadas con todo su calorcito por los nietos. ¿Que se ha puesto cara también la leña? Pues no lo sé, me imagino que le habrá pasado como a todo. También costará más caro mantener los aparatos de aerotermia.

Pero no se ha hecho la defensa y elogio del brasero y de la mesacamilla para luchar contra la subida de la factura de luz que nos mantiene la calefacción de la casa. Para ahorrar en electricidad hay que volver al brasero de toda la vida, con su carbón para encenderlo con papel de periódico, con su cisco picón, con su soplillo de palma para aventar la llama que habrá de mantener, cuando se apague y se convierta en rescoldo, el calorcito como maternal de las faldas de la mesacamilla. Ah, y con la badila, fundamental para avivar la candela cuando la acumulación de cenizas ponen en peligro la persistencia de las brasas encendidas. Hay firmas en el brasero que dan tanto bienestar que parecen las de un potentado que nos avala una hipoteca:

-- Niña, echa una firmita a la copa...

Porque esta es la otra dual forma, sevillanísima, de llamar al brasero: "copa". Casi se usa más "copa" que "brasero". El DRAE da la causa de llamarlo así: "Brasero que tiene la forma de copa, y se hace de latón, cobre, barro o plata, con dos asas para llevarlo de una parte a otra". ¿Y la alambrera? Otra parte fundamental de la copa: la alambrera, para que no metamos los pies dentro de la candela y aquello empiece a oler a goma de babucha recalentada. O como tendedero, a veces hasta con cuerdas por debajo de la mesa para secar la ropa de los niños chicos. Y como parte fundameltal, la mesa de camilla, tan femenina, con sus faldas, que anda que no abrigan nada echárselas por encima como una manta, con el brasero abajo calentito. A pesar del peligro de sus emanaciones de monóxido de carbono, ¡viva el brasero! Quizá no se haya prodigado la vuelta a su uso porque le ha guardado el luto al Templo de la Badila y la Alambrera de la Copa que era el Bazar Victoria de Entrecárceles.

 

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