ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  18 de diciembre  de 2022
                               
 

Para Curro y Carmen

Se casan Curro y Carmen y por su amistad, por su cariño de tantos años, por sus delicadezas, poco y corto me parece este artículo que les hago y dedico. Se casan Curro y Carmen y ni hay que decir los apellidos. Curro no es otro que el único Curro al que Sevilla ha venerado, honrado y se ha visto reflejada en él, en su arte y en su genialidad y sabiduría, como en un espejo. Ni que decir tiene que estoy hablando de Curro Romero. Y si junto a Curro pongo el nombre de Carmen no puede ser otra que Carmen Tello. El gran amor de Curro. La diosa vestal que durante tantos años ha mantenido encendido el fuego de la afición en Curro, en las edades en que otros toreros hace muchos años que están retirados. Los sevillanos le tenemos que agradecer a Carmen que nos mantuviera a Curro tantos años con su capotito y la gracia hecha natural, hasta aquella mañana de La Algaba en que, como en un fandango de los que se cantiñea, se fue sin decir que se iba. Yo creo que por no darnos a los curristas ese disgusto tan grande anticipadamente.

Los dioses no tienen edad, y, si la tienen, el amor se la quita y aminora. Los rejuvenece. El mítico Curro ha tenido, gracias al amor de Carmen, el secreto de ser vencedor del tiempo. Por las temporadas de Curro no pasaba el tiempo porque permanecía el amor. Como aquella tarde de "Sigiloso" de Juan Pedro, el sábado de preferia de 1999, en que Carmen estaba en una barrera del 2 y Curro, en cuanto Gonzalito le entregó los avíos, la miró y le dijo: "A ver si esto es así".

Fue en un avión a Madrid, cuando no había asientos asignados en los vuelos; una bella muchacha sevillana que había estudiado en El Valle le preguntó a aquel señor, a aquel gran señor que ya era Curro Romero en la historia de Sevilla y del toreo, si podía sentarse en aquella butaca libre junto al pasillo. Aquella muchacha tuvo luego la suerte de que su padre, el doctor don Enrique Tello, la llevara el día de la Ascensión de 1966 a ver a aquel señor del avión, a Curro, frente a la gloria sevillana de los seis toros de Urquijo. Fue el día de la ascensión de Curro a la suprema categoría de mito de Sevilla. Aquella tarde Carmen se enamoró de su arte, como se enamoró Sevilla. ¿A que Carmen va a ser Sevilla, enamorada siempre de Curro, el dios sin tiempo, el de "Flautino", el de "Soneto", en el noviazgo eterno entre un torero y una ciudad?

Podrá quizá el lector preguntarse cómo es esto tan raro de que Curro y Carmen se casan, si ya están casados civilmente. Y que cómo les voy a regalar nada, si tienen de todo. Sí, se casaron en su casa del La Bellasombra, la del colombino ombud, en el espartano rito civil de Espartinas, hace ya casi veinte años. Pero por circunstancias que no vienen al caso hasta ahora no han podido casarse de verdad por la Iglesia de su Dios expirante del Patrocinio, como siempre quiso Carmen y pensamos los creyentes. Los dioses no tienen edad. Ni el verdadero amor ante Dios. Esta vez el "sanseacabó" es una feliz historia de amor que culmina para un mito que la gente cree que durante muchos años toreó para Sevilla, su novia, pero que lo hizo, en verdad, para Carmen Tello, su mujer ante los hombres y ante Dios.

 

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