ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de diciembre  de 2022
                               
 

Regalar aceite

La palabra es muy nuestra, muy del habla sevillana, pero me parece más perdida que el barco del arroz: aguinaldo. El DRAE define el aguinaldo como "regalo que se da en Navidad o en la fiesta de la Epifanía". Muchos sevillanos, en vez de "aguinaldo", pronuncian "aguilando". Que también viene en el Diccionario como sinónima de "aguinaldo". Y que nos parece más pegada al riñón de la romanidad de Andalucía, porque en cuanto al origen de "aguilando", mientras que de "aguinaldo" no pone ninguna mención etimológica, dice el DRAE: "Quizá del latín "hoc in anno", "en este año". O sea, que si la abuela le da a los nietos el aguinaldo se lo da en español, mientras que si le da, como quizá ella dice, el aguilando, se lo da en latín. Y suele ser, además, en dinero, porque la vieja costumbre sevillana era que por estas fechas las abuelas dieran a los nietos dineros contantes y sonantes en la cena de Nochebuena.

Al aguilando le dicen también "regalo de empresa", detalles en especie que tienen las compañías con sus buenos clientes o proveedores. Y que antes eran en su mayoría cajas surtidas de vino, como si clientes y proveedores fueran todos unos borrachucios. Observo, empero, que el olivar está desplazando a la vid en los aguilandos. Cada vez se regala más aceite en vez de vino. Óle. Lo cual indica que en la tierra que mejor lo produce hay ya una cultura del aceite que antes no existía. Poco a poco, vamos entendiendo de aceites como antes de vinos de Rioja o de Ribera, de Jerez o del Condado. La gente distinguía un fino de un oloroso, pero no tenía paladar para diferenciar un aceite de hojiblanca de otro de picual. Afortunadamente ya existen hasta los aceites llamados "monovarietales", los obtenidos en la almazara, por industrial que sea, con una sola variedad de aceituna: picual, hojiblanca, arbequina, cornicabra... Hasta se muele aceite de aceituna manzanilla, sí, la que se endulza, la de los encurtidos, la que como tapita por invitación de la casa ponían en una conchita en los bares sin que la pidieras.

Bienvenida, pues, la moda de regalar aceite en vez de cajas de vino. Demuestra que cada vez hay más paladar para el verde oro líquido de nuestros olivares, que se note dónde se produce el mejor del mundo. No sólo las empresas. Hasta el amigo te manda dos botellitas de aceite: "Te voy a mandar dos botellitas de aceite de la cooperativa de mi pueblo, verás tú qué cosa más buena si lo tomas en ensalada o con una buena tostada en el desayuno". Obviamente nuestro amigo está convencido de que ese aceite de su pueblo es el mejor del mundo. Y quizá lo sea. Pasa con el aceite lo mismo que con el gazpacho. El mejor gazpacho es siempre el que nos hacen nuestras madres, no se puede comparar con ningún otro: hasta resiste la ola de salmorejo que nos invade. Del mismo modo, para el sevillano el mejor aceite es el de la cooperativa de su pueblo. Faltaría más. No seré yo quien lo contradiga. Y si me manda un par de botellas para que lo compruebe, es que ni te cuento.

 

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