ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de febrero  de 2023
                               
 

La sopa de ajos de Canorea

El retirado restaurador Enrique Becerra, sí, el que cerró su restaurante de la esquina de Gamazo y Zaragoza, frente a Trifón, suele contarme historias sevillanas que, quizá sin él saberlo, son un tesoro que debería reunir en un libro quien tanto ha vivido en su establecimiento. A propósito de los carteles del abono de los toros, me evoca Becerra cómo los cerraba el recordado Don Diodoro Canorea. Me parece egoísta por mi parte quedarme para mí solo con esta curiosa historia de Sevilla y no darla a conocer para que la sepa el Toreo. Así que vamos al toro.

Recuerda Becerra: "Nada más recogerse la carroza de Baltasar, un señor (en el más amplio sentido de la palabra) llamado don Diodoro Canorea, cenaba en el más pequeño de los comedores privados de mi restaurante algunas veces cada semana. Eran mesas de dos o tres comensales, nunca más. En ellas se cerraban los carteles de toros de la Feria. Por mis manteles y las hábiles manos de Don Diodoro pasaban toreros, apoderados, ganaderos, veedores y demás piezas de un complicado "tetris" que el propietario de la Empresa Pagés iba encajando magistralmente para que tal torero no coincidiese con ese otro o para que las reses de una determinada ganadería saliesen en corridas de farolillos. Y así, sin prisas, pero sin pausas, llegaba el momento en que todo quedaba cerrado. Nunca se oyó en aquellas cenas una discusión acalorada ni una voz más alta que otra; el temple de Don Diodoro iba colocando a cada cual en su lugar, limando, asperezas y evitando situaciones incómodas. Claro que contaba con un arma secreta, mágica e infalible: la sopa de ajos. El empresario siempre pedía lo mismo: una sopa de ajos muy caliente con un huevo cuajado y jamón picadito, servida en una cazuela de porcelana casi al rojo vivo y con cuchara de palo, como mandan los cánones. Esa sopa era su escudo mágico. Tras ella se parapetaba Don Diodoro ante los ataques de sus invitados solicitando más tardes, más dinero o más protagonismo. Mientras le embestían esos astifinos, él los toreaba con arte jugueteando con la cuchara de palo, mezclando la yema del huevo con el caldo, cuarteando con el canto de la cuchara las rebanadas de pan empapadas en el caldo o aireando la sopa para que se fuese enfriando un poco, haciendo así eterna la velada y agotando los recursos dialécticos de la otra parte, incapaz de derribar esa sólida muralla".

Y concluye Becerra aquella manera de cerrar los carteles con sopa de ajos de quien como empresario consagró a Curro Romero como mito de Sevilla: "Ya lo ve usted; durante muchos años, los carteles taurinos del ciclo de la Feria se cerraron a golpe de sopa de ajos y templanza, mucha templanza. Y, de paso, dándome toda una clase magistral: no se debe apabullar a la otra parte a base de platos de langostinos o jamón de muchas jotas mientras regateas las condiciones de un contrato; son ganas de hacerte el ostentoso innecesariamente. Yo conservo esas sopas de ajos en mi sala virtual de trofeos", concluye Becerra. Y añado: esperemos que a don Ramón Valencia le guste la sopa de ajo y tengamos unos carteles del abono de la categoría que Sevilla se merece.

 

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