ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  13 de febrero  de 2023
                               
 

Los bares de la Avenida

Comentábamos el hotel de cinco estrellas que van a abrir en la Avenida esquina a García de Vinuesa, en el edificio regionalista de Aníbal González frente a La Canasta, donde planta sus cofradieros aromas el vendedor de incienso. Y no comentamos que antes que el Banco Popular tuviera ese edificio, en sus bajos hubo un frecuentado establecimiento: el Bar Avenida. Ocupaba todo el local, con una larga barra de extremo a extremo, y tenía en la acera sus pocos veladores al uso y dentro, mesas tras unas amplias cristaleras, como en el antiguo Laredo, con una privilegiada vista de la esquina de la Catedral. Era un bar de tertulias. Allí se reunían los aficionados a las motos, y no sé si llegaron a constituir una Peña Motorísta, pero pasión por los 125 y lo 250 sí que sobraba en aquel bar, que tenía una pizarra donde los domingos por la noche apuntaban los resultados de la quiniela. Asiduos eran los hermanos Erausquin, los de la cristalería, que cuando la inundación del Tamarguillo de 1961 improvisaron desde allí una humanitaria organización privada para acudir en socorro de los arriados.

El Bar Avenida me ha hecho recordar la cantidad de bares que hubo en esa vía. Para los amantes del "Libro de las Cosas Perdidas" será quizá evocador que recordemos aquella Avenida llena de bares, como ahora de hoteles. En la montesinesca acera izquierda, en la parte más cercana a la Puerta Jerez, cerca de la Capillita, estaba el Bar Santander, con unos pocos veladores en la puerta, frecuentado por profesores de la Universidad. Uno de los asiduos era García Calvo. Siguiendo hacia la Plaza Nueva, en esa misma acera, y junto al estanco del Arquillo de la Plata, con la Torre de Abdelazis como pared de fondo, estaba el Bar Gran Vía. Por esta acera izquierda no volvía uno a encontrarse un bar hasta la Punta del Diamante, donde cada día hacía tertulia don Santiago Montoto, en el velador que tenía siempre reservado, con ventanal a la calle Alemanes. Y ya no había más bares en esta acera izquierda.

La otra, la derecha, estaba plagada. Empezando por la Puerta Jerez, estaba en la esquina de Almirante Lobo, frente al Hotel Cristina, la cafetería Coliseo, que ocupó el local que dejaron libre las oficinas de Autobuses Casal. Esta cafetería era el traslado del Bar Coliseo, en los bajos del local del cine. Junto a otro café, muy tangerino, el Bar Zahara (con zeta), donde el ex legionario egipcio ciego cambiaba divisas a los turistas. Todos ellos con su fila de veladores en la calle, pegados a la pared. Frente a la esquina del Coliseo España estaba el primitivo Bar Juliá, al que por su roja decoración capitoné llamaban "El Bar Maleta". Y más hacia la Plaza Nueva, pasada La Aurora, la cafetería Festival y la Horchatería Fillol, lugares elegantísimos de la época. Y en la esquina de Almirantazgo, el Bar Correos. Hubo anteriormente, frente a la Catedral, otros como el Bar Xauen o el Tívoli. Hasta llegar a la esquina de García de Vinuesa, la opuesta al Bar Avenida que nos ha traído estos recuerdos, donde estaba el minúsculo Bar Catunambú, al comienzo de la expansión de la cadena. Bares antes, hoteles ahora, como verán la Avenida ha tenido siempre una gran vocación hostelera. ¡Y pasaba el tranvía sin que hubieran arrancado un solo árbol!

 

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