ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  21 de febrero  de 2023
                               
 

Demasiados carteles

Habrá que añadir al título de Muy Cartelera a la Ciudad de Sevilla. Se pintan y presentan los carteles por duplicado: de muchos acontecimientos hay dos, si no más. El Ayuntamiento ha presentado el oficial de las Fiestas de Primavera, obra de José Tomás Pérez Indiano. Dentro de unos días, el Consejo de Cofradías presentará su cartel de Semana Santa. Y mil tertulias e incluso marcas comerciales presentarán los suyos. Somos únicos en anunciar lo que todo el mundo sabe que va a suceder, y a fecha fija. ¿Dónde se ponen estos carteles? ¿Se envían por ahí, para llamar la atención sobre nuestras fiestas? Yo creo que no. Nuestros carteles no pasan de las barberías antañonas y de los bares clásicos, porque en los modernos gastrobares de cocina de autor llegas con el cartel de las Fiestas y te pegan con él en toda la cara.

En 2017, Nuria Barrera inauguró una modalidad de cartel municipal de fiestas primaverales que yo llamaría "con tós sus avíos". Quizá lo recuerden: era el del armario. Dentro en un ropero con sus dos puertas abiertas había de todo y por su orden: trajes de flamenca, túnicas de nazareno con zapatillas de hebilla de plata o sandalias, un tambor de una banda cofradiera, capirotes, sombreros de ala ancha, mantones de Manila, un almanaque con la Purísima, una almohadilla de los toros, qué sé yo la de cosas. No faltaba un perejil. El de este año va por ese camino que inauguró Nuria Barrera, pero en torno al retrato de una figura bien conocida: la modelo Eva González, que viste un sencillo traje de flamenca rojo con mantilla blanca, clásico al lado de las mamarrachadas de los diseñadoras de vestidos de gitana. Un cartel en torno a un retrato no es la vez primera que se hace, pero lo curioso de este caso es la cantidad de cosas que lleva. Es de los de "que no le falte de ná". Eva tiene a su lado un capote de brega, dicen que de Morante de la Puebla. Porta una estampa inspirada en el antológico cartel de Semana Santa de 1995, de Maireles, el del ojo de la Esperanza Macarena. La modelo sostiene un abanico que contiene extractos de poemas, citas y estrofas de canciones inspiradas en Sevilla y no faltan ni la portada de la Feria, ni un farolillo o nazarenos de capa y de ruán o una alusión a Triana y a su Esperamza. De todo.

¿Para qué tanto? Si a veces el mejor cartel de Sevilla es el que en las entradas por carretera pone el propio nombre de la ciudad para marcar el comienzo de su término municipal. Lo que dijo Manuel Machado en su canto a Andalucía: "...y Sevilla". Hay carteles que se podrían evitar perfectamente y no pasaba nada, como uno que anda por ahí del Santo Entierro Grande que miedo me da. Deberíamos repetir el letrero clásico: "Prohibido fijar carteles, responsable la empresa anunciadora". Carteles pagados con engrudo que anuncian ¡para junio! conciertos en Fibes o en el Auditorio Rocío Jurado, con los que Sevilla está empapelada en todas las tapias y locales vacíos, y que bien podríamos arrancar y poner esas paredes presentables para anunciar las Fiestas de Primavera.

 

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