ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de marzo  de 2023
                               
 

La mejor y la peor Semana Santa

Cuando el olvidado Manuel Sánchez del Arco (a quien deberíamos recuperar dentro del mejor periodismo sevillano) publica en 1943 su fundamental libro "Cruz de guía: exégesis profana de la Semana Santa en Sevilla", apenas hay en las librerías y bibliotecas textos históricos sobre las cofradías. El suyo inaugura una era de textos fundamentales sobre la Semana Santa, que llega hasta el esplendor gozoso de nuestros días. Sánchez del Arco no puede citar más que los dos clásicos de entonces, el Bermejo y el González de León, más algún texto de los que en ABC publicaba Montoto con la historia de algunas cofradías. De la Semana Santa apenas se sabía nada; se sentía, pero no se estudiaba ni se documentaba. De aquel páramo bibliográfico hemos afortunadamente pasado al presente, en el que, paradójicamente, vivimos la mejor y la peor Semana Santa.

Vivimos la mejor Semana Santa porque nunca hubo tantos documentados y científicos estudios sobre la historia de las cofradías y sus imágenes, lejos de aquellos lejanos años en que los historiadores del Arte iban al Archivo de Protocolos para documentar autorías de escultores. Cualquier edición actual de un modesto programa con los itinerarios y horarios lleva un breve compendio de Historia que hace un siglo ni se conocía. Cualquier día de la Cuaresma, la sección de ABC dedicada a las cofradías es un breviario de descubrimientos de aspectos desconocidos hasta ahora de nuestra Semana Santa. Se ha profundizado como nunca en la influencia de las cofradías en la vida de Sevilla, en su carácter vertebrador de nuestra sociedad, aparte de que se ha revalorizado la importancia de la religiosidad popular, tan despreciada tras los cambios del Concilio Vaticano II, y en la que ahora encontramos el verdadero tesoro de fe y devoción de un pueblo creyente, ¿a que sí, querido arzobispo Saiz? Si a esto unimos la organización entre el Consejo y el Cecop, el ejemplo que las cofradías y sus nazarenos dan en la calle, el conocimiento hasta de los menores aspectos de sus tradiciones, o la brillantez de los cortejos, el adorno de los pasos, la forma de portarlos las cuadrillas, las marchas, las bandas, podemos concluir que tenemos la mejor Semana Santa que Sevilla vivió nunca.

Pero al lado de esto, en el eterno contraste de nuestros duales, tenemos también la peor Semana Santa, la más masificada y sacada de medida, la más incómoda de ver, de tantos nazarenos y tantas sillitas de los chinos, de tantas bullas en calles por las que ni siquiera pasan cofradías. Miedo me da leer las normas municipales sobre la apertura de bares en la Madrugada. Esta peor Semana Santa es la que muchos niñatos han convertido en molesta e incívica botellona algo tan clásico como el ver las cofradías. Aquel respeto se perdió hace muchos años. La ciudad no está "sosegada y en calma como corresponde a la festividad del día", sino imposible de andar, congestionada, colapsada, cortada al tráfico, y, encima, tomada por el turismo. Esta Semana Santa molesta ha venido para quedarse. Y para que muchos se queden en casa viéndola retransmitida desde La Campana o desde la Cuesta del Bacalao por el Canal 7 de TV.

 

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