ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  5 de marzo  de 2023
                               
 

Silencio para Alana

En cada telediario, en cada informativo de radio, más desagradables detalles sobre  cómo fue o cómo pudo ser el suicidio de Alana, la chica de 12 años que con su hermana gemela Leila se tiró desde el balcón de su casa en un tercer piso, en Sallent (Barcelona). Añoro aquellos tiempos en que los suicidios no se publicaban por su peligroso y contagioso efecto llamada. Y ahora no sólo no se sigue aquella deontología, sino que se dan todo tipo de detalles sobre los suicidas. Sobre todo en los casos del padre, o de la pareja, o del ex marido que mata a su mujer en un caso de machista violencia de género, cuando no lo hace con uno de los hijos delante y después se pega un tiro. Y se detallan todas las circunstancias, ampliándolas además en cada nuevo telediario. Está o no la ley del "sí es sí" por medio, o es asunto de la ley "trans", como parece el caso de las gemelas de Sallent, pero se informa de los suicidios e incluso de sus estadísticas anuales con una frialdad rayana en la inhumanidad. Como lo más natural del mundo se dan todos los detalles de un salvaje crimen machista y se añade el consabido colofón: "Y después el agresor se suicidó".

El efecto llamada es evidente. Tanta información tan realista de los hechos más deleznables le da quizá a muchos la misma salvaje idea, que no tenían hasta que oyeron la noticia. Como lo de Alana, que no se me quita de la cabeza. ¿Dónde vieron las gemelas de Sallent la defenestración que imitaron? Si no se hubiera publicado aquella información que les encendió la trágica luz, ¿estaría Alana quizá todavía viva, por muy amargos que fuesen sus días, aunque siguiera sufriendo el acoso escolar que según las investigaciones la llevó a esa decisión y a dejarlo, además, explicado en una carta, cuyo contenido incluso se da a conocer con la mayor complacencia.

Se impone la cordura de un cumplimiento de las viejas normas deontológicas de los medios sobre estos temas que pueden tener funesta influencia inmediata. No digo que vayamos a pedir un apagón informativo sobre tantas noticias desagradables sobre las vidas truncadas por la violencia de género que vemos concatenadas en los informarivotos y ampliadas día a día. Pero algún tipo de silencio, una vez conocida la escueta noticia, sí que debería extenderse más allá de la diaria delectación en las circunstancias de la propia existencia de estas tragedias nuestras de cada día. Es tarea de todos alejar el morbo que tanto vende de este tipo de noticias y dejar las informaciones en lo mínimamente fundamental, para evitar rumores. ¿Veía Alana mucha televisión, se quedaba absorta ante los telediarios que informaban del suicidio de los agresores machistas que habían dado muerte a su mujer o cometido un asesinato vicario con el hijo que tuvo con ella antes de separarse y de ser denunciado por malos tratos? Todo es muy delicado como para que haya esta competición de a ver quién da informaciones más truculentas, sobre un horizonte de violencia que desgraciadamente cada vez tiene más imitadores en España.

 

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