ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  23 de marzo  de 2023
                               
 

Capiroterías

En Sevilla, siempre las cosas a pares, Murillo y Velázquez, Sevilla y Betis. Y enfrentadas. Bifrontes como Jano. No creo que haya otra ciudad en el mundo que no sólo tenga una Alcaicería, sino dos. Sevilla tiene la Alcaicería de la Loza, de La Alfalfa a la Plaza del Pan. Y tiene otra, secreta, que muy pocos conocen: la Alcaicería de la Seda. Que es, aproximadamente, la calle Hernando Colón por la parte de los callejones de Alfayates y Florentín, donde estaba antaño la famosa taberna del Consejillo, en la que paraban Rodríguez Buzón, Marín Vizcaíno y otros grandes genios e ingenios que entregaron su vida a las hermandades y engrandecieron la Semana Santa.

Alcaicería de la Loza y Alcaicería de la Seda... ¿No suena a torería, cuando las cuadrillas deshacen el paseo y cambian la seda por el percal? Por el percal no sé, pero la Alcaicería toda la vida cambia en estos días la Loza de su nombre por el ruán y la sarga, por el terciopelo y la seda. Cambia la loza por el cartón de los capirotes. Sin demérito de la cuaresmal pancarta que en la Puerta Carmona anuncia "Capirotes" de Tintes a Mosqueta ni de la citnedas cofradieras de Sevilla y Triana, en la Alcaicería la proclamación de la primavera con las cartoneras de los nazarenos la hacen los propios cónicos machos que esperan la sarga, el ruán, el terciopelo de un antifaz, para producir la más emocionante y sentimental geometría de Sevilla: el cono que ocultaba el rostro de los disciplinantes, el que aún llevan las siluetas de los hermanos de luz, primitivos nazarenos que nos miran desde las altas tribunas de la iglesia de San Antonio Abad en el prodigio de elegancia y medida de los cultos internos de la Hermandad del Silencio.

Allí en la Alcaicería está la Antigua Casa Rodríguez ofreciendo sus capirotes a los nazarenos de Sevilla desde 1816. ¡Lo que no habrán visto los ojos de los antifaces que allí encajaron perfectos en la cartonera de su macho! Pero toda la calle se ha actualizado en técnicas comerciales. Antes estaba el silente pregón de los capirotes colgados a la puerta de unos pequeños comercios como escapados de las cernudianas tiendecillas de la Plaza del Pan, y su sola presencia los anunciaba. Ahora ha llegado el márquetin capirotero a la Alcaicería y la competencia es como un homenaje al libre mercado, con el diálogo que, conformes andas por la calle, ves que mantienen los letreros de unos escaparates con los de dos puertas más allá: "Capirotes a medida para todas las hermandades". "Capirotes de rejilla, con badana y regulables". "Hacemos capirotes en cinco minutos". "Capirotes cosidos a mano, en tres minutos". En estas fechas en que estamos acabando la Cuaresma y el domingo ya es el Pregón, la vieja Alcaicería es la Capirotería. Da gusto pasarla en este tiempo de vísperas, que entras desde La Alfalfa camino del Salvador, y como te descuides, cuando sales a la Plaza del Pan ya llevas puesto un capirote de rejilla y de alta tecnología que te han cosido a mano en menos que el Consejo forma el follón del siglo con los cambios en el orden de paso de las cofradías de cada día.

 

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