ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de marzo  de 2023
                               
 

Los alquilones

José Antonio Fernández Cabrero, hermano mayor de la Esperanza Macarena, ha señalado que este año se han expedido 4.600 papeletas de sitio. Aunque ha matizado, que «no son todas de nazarenos ni significan que vayan a ser personas que vayan a salir». ¿Usted sabe lo que son 4.600 papeletas de sitio, 4.600 capirotes morados o verdes? Seguro que hay muchas cofradías que no llegan a tener 4.600 hermanos. Ya los quisieran; no para salir de nazarenos, sino para pagar la cuota y mantener económicamente a la hermandad. La cifra que ha dado Fernández Cabrero me ha hecho pensar en un tiempo anterior a la guerra civil y al esplendor de la Semana Santa durante el primer franquismo, en que las cofradías, en su eterna rivalidad de a ver cuál sacaba más nazarenos, recurría a los llamados "alquilones". ¿Qué eran los alquilones? Pues unos señores, muchachos del barrio por lo general, que no eran hermanos y cobraban por salir de nazarenos, para hacer número. Ni eran hermanos, ni habían jurado las reglas, pero se acercaban por la cofradía y les daban la túnica y un dinero por salir, para aumentar el número de parejas. A veces los alquilones no cobraban en dinero, sino que eran empleados del negocio de algún personaje principal de la juntas, de los que pagaban de su bolsillo muchos gastos que no cubría la entonces exigua subvención municipal que recibía cada corporación. Estos hermanos principales pedían a sus empleados que salieran de nazarenos en la cofradía aun sin ser hermanos, y que se pasaran por la secretaría para recoger su túnica y sus papeleta de sitio.

No hubo alquilones en todas las cofradías, naturalmente. Las grandes hermandades no los necesitaban. Los alquilones salían en modestas cofradías de barrio que tenían escasos medios económicos y, como digo, casi nunca les pagaba el estipendio de su reclutamiento penitente la hermandad en sí, sino algún acaudalado devoto del Cristo o de la Virgen, que quería que la suya pudiera competir con las más señeras de Sevilla. El hermano mayor era, a veces, casi también en cierto sentido un alquilón. Una persona que no tenía mucha relación familiar con la cofradía, de la que sí era devoto y hermano reciente, y que era convencido para que tomara la vara dorada y, con ella, pero como advenedizo, el compromiso de pagar lo que hiciera falta. En muchas cofradías mandaban el mayordomo, o el secretario, o el diputado mayor, mientras que el hermano mayor se limitaba a figurar, a cambio de soltar todo el dinero que hiciera falta.

Las 4.600 papeletas de sitio de la Esperanza Macarena me hacen pensar también sin remontarnos demasiado atrás en el tiempo que 4.600 nazarenos no salían sumando todas las hermandades, alquilones incluidos. Y eso que la Semana Santa siempre fue la gran fiesta de Sevilla. Pero se participaba menos en las cofradías, no tenían la actual vida religiosa interior ni el carácter vertebrador social. Ligadas entonces muchas veces a una sola familia o a media docena de personas que le dedicaban todo el tiempo durante todo el año. Y que como no conseguían apuntar más hermanos, tenían que salir en busca de alquilones.

 

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